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Columna
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Los medios

Rosa Montero

Ya se sabe que las cosas sólo existen si salen en las noticias, pero este axioma mediático parece ser cada día más verdadero. Por ejemplo, me pregunto por qué el caso de Marta del Castillo se ha convertido en un acontecimiento de semejante magnitud. Desde luego es una tragedia y, para los padres, un infierno absoluto. En su lugar, todos estaríamos igual de convencidos de que no ha sucedido nada más atroz. Pero, por desgracia, la vida abunda en atrocidades. A juzgar por los indicios, en el drama de Marta no parece haber habido el horror añadido que hubo en otras muertes, como, por ejemplo, la de Sandra Palo. Quiero decir que hay demasiadas historias espantosas, adolescentes violadas y asesinadas, mujeres apaleadas y quemadas, niños torturados hasta dejarlos inválidos, y ninguna de estas brutalidades se convierte en un asunto de prioridad nacional ni los familiares de las víctimas son recibidos por Zapatero como ocurre con Marta. ¿Qué ha pasado en esta ocasión? Puede que una pura casualidad informativa: alguien de la prensa local que se fija en el tema, alguien de la nacional que lo recoge porque tal vez esté flojo de noticias... Así se va formando una pelota histérica. Los medios construyendo la realidad.

Más aún: los medios suplantando nuestra vida. La británica Jade, disparatada concursante de Gran Hermano y enferma de cáncer terminal, piensa morir ante las cámaras previo pago de un pastón. En esta sociedad somos capaces de chatear en directo con Australia, pero puede que no sepamos que nuestro vecino está moribundo. Cada vez huimos más de nuestras responsabilidades personales: nos escaqueamos del cuidado de nuestros enfermos y de sus agonías. Pero el final de Jade será contemplado por millones. Es como convertir la experiencia de la muerte en un descafeinado y manejable tamagotchi. Qué mundo tan raro.

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