_
_
_
_
_
Entrevista:SILVIA ALBÉS | Esposa de Pablo Costas, tripulante del 'Alakrana' | viene de primera página... secuestros en el Índico

"Sin la prensa, no movían un dedo"

Después de aquel vuelo desde las Seychelles que devolvió a los marineros a casa y en el que Silvia Albés, esposa de Pablo Costas, dejó al fin de aguantar el tipo y rompió a llorar, se cortaron en seco las conversaciones con el Gobierno. No hubo más llamadas ni más contactos, y la que un día tomó la decisión de erigirse en portavoz de su propia congoja y recurrir a la prensa para obligar a las autoridades a hacer algo, reconoce: "Sin la prensa no movían un dedo". Albés asegura que todavía no sabe quién pagó el rescate.

"¿Te digo lo que yo creo que pasó?", pregunta la chica. "Pues opino que pagó el armador, aunque el Estado le pudiese adelantar un préstamo, no sé por qué cantidad. Y tampoco hubiera sido ningún escándalo, como piensan algunos, que el Estado asumiese [a fondo perdido] el dinero. ¡Mejor que los impuestos de todos se gasten en causas humanitarias y no para salvar el culo a los bancos!".

Costas no se atreve a cambiar de oficio "con los tiempos que corren"

Pablo Costas fue recibido tras la liberación por un beso de portada de noticiero y no ha sido capaz de volver a embarcarse. Desde aquel 19 de noviembre, prácticamente todos sus compañeros han regresado a faenar en el Índico a bordo del pesquero vasco Alakrana, pero él lleva siete meses de baja psicológica. No es que tenga miedo a los piratas somalíes. "Lo que lo retiene es la familia", reconoce su esposa. "Si estuviese soltero, ya estaría allí".

Pero a Costas le aterroriza la idea de morir y no volver a ver a Silvia y a Andrea, su hija de tres años, y le apena infinitamente no volver a disfrutar de una sobremesa en la terraza de sus hermanos, donde, al regresar a Galicia, fue homenajeado por la familia con un cocido.

Nadie, ni en su municipio natal, Nigrán, ni en el que vive con su mujer, Gondomar, al sur de Vigo, le preguntó por los 47 días de secuestro. "En casa preferimos esperar, dejarlo tranquilo y que hablase cuando él quisiese. Así, poco a poco, fue contando".

Dice su mujer, convertida en aquellos días en la cara más visible y vistosa del cautiverio, que "con los tiempos que corren" Costas todavía no se atreve a plantearse cambiar de oficio. Él antes era marinero de bajura, tenía su propio barco y vivía del pulpo y la nécora. Pero el sueldo no daba, así que al nacer la niña se embarcó en el Alakrana. En su lugar, es hoy Silvia Albés la que trabaja. Tras el secuestro consiguió un empleo de cobradora de peajes en la autopista que lleva a su pueblo, y ahora, en la cabina, la gente que va a las playas de la comarca la reconoce. "Eres la del barco", exclaman. Algunos la llaman por su nombre, y hay quien le dice "fuiste para mí una auténtica heroína".

Aunque también hay personas, directamente vinculadas con aquellos acontecimientos, que no han vuelto a dirigirle la palabra, personas que preferían que las negociaciones con los piratas no hubiesen llegado a trascender. "Me criticaron mucho por hablar con los medios y dar la cara. Pero yo tenía que tirar para adelante, porque allí estaba mi marido", defiende.

Un día, a Albés alguien le avisó de que en Internet proliferaban los comentarios, que había incluso un grupo en Facebook que pedía su desnudo en la portada de Interviú. También hubo varios programas del corazón, "los más famosos de la tele", que la tentaron con cifras astronómicas para que fuese con su esposo a airear su vida. Ella, entonces, estaba en paro, pero después de darles largas se prometió no volver a contestar sus llamadas. "En mi casa, el dinero que entre tiene que ser ganado con el trabajo; sacárnoslo, como yo digo, nosotros mismos de la piel", afirma. "No quiero deber nada a nadie, ni ser pelele de nadie hasta que mi personaje pase de moda. Hay cosas que no se compran con dinero".

"La prensa rosa se pisa mucho la cabeza", comenta ahora todavía sorprendida por la feroz competencia que ejercen entre sí las emisoras. Antes incluso de que se sospechase que el fin del cautiverio estaba cerca, a Albés ya la acosaban con ofertas. "Pero soy una mujer de palabra", asegura, "me cayó simpático un reportero y me comprometí con él sin dinero de por medio". El día de la liberación concedió una entrevista a la cadena en la que este trabajaba, Antena 3. "La competencia no lo podía entender".

Silvia apenas preguntó a su marido por los 47 días de cautiverio: "Preferimos esperar y que hablase cuando él quisiese".
Silvia apenas preguntó a su marido por los 47 días de cautiverio: "Preferimos esperar y que hablase cuando él quisiese".LALO R. VILLAR

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_