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Reportaje:

Un refresco solidario

Inmigrantes musulmanes optan por productos alternativos a los de EE UU

"No beba tontamente, beba comprometido". "No me agite, agite su conciencia". Animados por estos dos eslóganes en la etiqueta de la botella y deseosos de renunciar a consumir productos norteamericanos, miles de inmigrantes musulmanes en Europa se están abalanzando sobre las botellas de un nuevo refresco, la Mecca-Cola.

Mecca-Cola no es una bebida cualquiera. "Todo aquel que la adquiere efectúa un acto de protesta contra la hegemonía de EE UU" al dejar de comprar la Coca-Cola norteamericana, afirma, en una conversación telefónica con EL PAÍS, Taufic Matluti, un francés de origen tunecino inventor del refresco y propietario de la empresa que la fabrica desde noviembre.

En sus etiquetas, Mecca-Cola se compromete a revertir el 10% de sus beneficios a la causa palestina y otro 10% a ONG que operen en el país donde ha sido vendida. Por si cupiera alguna duda, exhibe, por ejemplo, en su página web (www.mecca-cola.com), los comprobantes del Comité de Caridad y Socorro Palestino atestiguando haber recibido donativos.

Mecca-Cola será embotellada también antes del verano en una planta de la Comunidad Valenciana

Tras haber alcanzado una media de casi dos millones de botellas vendidas al mes en 34 países, sobre todo en Francia y en el Reino Unido, Mecca-Cola va a embotellarse, a partir del mes próximo, en Marruecos y en los Emiratos Árabes Unidos, según anunció anteayer Matluti en Casablanca.

Toda la prensa marroquí le ha dado de antemano la bienvenida, empezando por At Tajid, el diario de los islamistas, que el martes titulaba en portada: "Por el éxito del boicoteo y el apoyo a la causa musulmana". "En España ya hemos empezado a distribuir y poco antes del verano iniciaremos el embotellamiento con Font Salem, una empresa situada en la Comunidad de Valencia", explica Matluti.

La creciente cuota de mercado de Mecca-Cola, sin ningún tipo de publicidad pagada pero numerosos artículos en prensa, incitó a Coca-Cola a reaccionar. Matluti, señaló en enero en un comunicado la empresa estadounidense, ha "identificado una oportunidad comercial que consiste en aprovechar en Europa la difícil y compleja situación de Oriente Próximo". Coca-Cola, en cambio, "no está vinculada con ninguna religión o grupo étnico". "En última instancia será el consumidor el que decida", precisa la multinacional.

Peor fue el rebote que se agarraron algunos ulemas musulmanes que llegaron a promulgar fatwas (edictos) de condena porque La Meca, la ciudad santa del islam, era asociada con un refrigerio con burbujas. Su dictamen ha tenido escaso eco.

"En La Meca", explicaba Matluti, "hay hoteles que se llaman Mecca Hilton o Mecca Sofitel y hay tiendas que se llaman Mecca Shoes". "¿Por qué entonces indignarse de que haya una Mecca-Cola? No lo entiendo". Lo que tampoco acaba de comprender es que, coincidiendo con la invasión de Irak, las ventas de la Mecca-Cola han disminuido en el mundo árabe. "Es como si la gente dejase de consumir".

El principal peligro para la expansión de los negocios de Matluti es la competencia que está surgiendo en sus propias filas. Decidido a no dejarle el monopolio, Gérard Leblanc, un francés nacido en Casablanca, empezó a comercializar hace un mes la Arab-Cola. Por las mismas fechas ha aparecido, también en Francia, Muslim Up, que ofrece "alternativas de compra a todos los que boicotean los productos sionistas y de las grandes marcas norteamericanas cuya política es favorable al Estado de Israel".

"No son competidores", asegura Matluti. "Son gentes, como el ex militar Leblanc, que intentan sacar partido comercial del rechazo que suscita Estados Unidos, pero no aportan fondos a ninguna causa de solidaridad".

La búsqueda de sustitutos a los bienes de consumo made in USA no es ninguna novedad. Fue en el Irán monárquico, en 1954, cuando surgió la Zamzam-Cola, la primera alternativa a la Coca-Cola, aunque hubo que esperar al triunfo de la revolución islámica, en 1979, y a la ruptura de relaciones con EE UU, para que su consumo dejase de ser marginal.

Taufic Matluti y su botella de Mecca-Cola.
Taufic Matluti y su botella de Mecca-Cola.REUTERS

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