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Reportaje:

Se vende patrimonio comunista

En la ruina, el PC francés explota su sede y se deshace de sus obras de arte

Los ex comunistas son hoy el partido más numeroso de Francia. En 1945, al PCF le votaba un 26% de la ciudadanía; veinte años más tarde seguían representando el 22,5% del electorado francés y sólo en 1978, conservando todavía el 20,55% de los sufragios, se vieron superados por los hermanos enemigos, los socialistas. La primera vez que cayeron por debajo de la barra del 10% fue en 1986.

El edificio, de Oscar Niemeyer, ha servido ya en varias ocasiones como marco para desfiles de moda

La caída ha sido irresistible y ahora van a quedarse sin grupo parlamentario, pues el objetivo de renovar los 22 escaños de que disponían es inviable. Un grupo supone contar con dinero. Cada voto aporta 1,60 euros a los partidos que logran más del 1% en 80 circunscripciones. El pasado 22 de abril, en las elecciones presidenciales que ganó Nicolas Sarkozy, la candidata comunista, Marie-George Buffet, sedujo sólo al 1,93% del electorado.

Hace unos años, el PCF ya vendió el llamado espacio Marx. De hecho, ya no hablaban nunca de Marx, pero ésa no fue la causa de la venta. También cedieron en depósito una obra de Duchamp -la Gioconda con bigote- al Centro Pompidou. Ahora estudian hacer lo propio con un gran tapiz de Ferdinand Léger, así como con un vitral del propio artista y su esposa. Las míticas obras de Picasso del PCF son eso, míticas. Las buenas han desaparecido y lo que queda se reduce a una serie importante de cartas. Tienen su valor pero no bastan para escapar de la miseria.

Como tampoco basta alquilar la sede del PCF en París, el fabuloso edificio del arquitecto brasileño Óscar Niemeyer, a ciertas marcas para que organicen sus desfiles de moda. La primera vez que las top models de Prada aparecieron por el lugar el acto tenía el atractivo del sacrilegio; la segunda oportunidad fue divertida para quienes nunca habían visto el interior del platillo volante ideado por Niemeyer; la tercera ya todos descubrieron que el lugar quedaba lejos del centro y de las discotecas de moda.

La belleza y el valor arquitectónico del lugar se han convertido en un inconveniente para el PCF. De entrada, porque el edificio es monumento histórico y eso determina que sólo pueda estar interesado en adquirirlo alguien que necesite una sede simbólica, aunque le cueste 50 millones de euros y el edificio no admita reformas. Se habla de que lo compraría un hotel o una universidad. "El local no está en venta, entre otras cosas porque no tenemos otra cosa que ofrecer a los bancos cuando pedimos un préstamo", confiesan desde la dirección del PCF.

Pero ¿para qué pedir préstamos? ¿Vale la pena seguir manteniendo con vida el partido? Muchas voces reclaman la unidad del movimiento antiliberal, que las fuerzas que impusieron el no al Tratado Constitucional Europeo se agrupen, que cesen las guerras de jefes. Quince, veinte años atrás, era inimaginable encerrar en un mismo despacho a comunistas, trotskistas, ecologistas y libertarios. Hoy sólo la vanidad de los cabecillas explica que eso no se haga. Y mantener la vanidad con el 1,93% resulta para muchos más ridículo que exagerado. El equivalente a 1,7 millones de euros que llegaban cada año de la URSS al PCF dejaron de hacerlo cuando cayó el muro de Berlín.

El PCF también posee varios pisos en el centro de París. Servían para los militantes que trabajaban al servicio de ministros comunistas. Algunos son apartamentos a los que se daba un valor histórico: el del 4 de la rue de Marie Rose acogió a Lenin durante una breve estancia parisiense. Una placa lo recuerda. Y eso es todo. O no, porque el legado del PCF, con sus muchos momentos de sombra pero también de gloria y heroísmo, no debiera desaparecer en "el basurero de la historia", destino que los marxistas pronosticaba para la burguesía y para todas las fuerzas que iban "contra el sentido de la historia".

La <i>Monna Lisa</i> de Marcel Duchamps, que fue propiedad del PCF.
La Monna Lisa de Marcel Duchamps, que fue propiedad del PCF.AP

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