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Reportaje:VAMOS A... EL GOLFO DE NÁPOLES

Regreso a la Villa de Popea

En Pompeya, Herculano y Oplontis, la afición por la arqueología alcanza cotas vibrantes

Antonio Elorza

En la visita a los centros arqueológicos de todo el mundo, la seguridad impone su ley, y por eso sucede con frecuencia que de una visita a otra el viajero tropiece con la prohibición de acceder a aquello que pudo contemplar en el pasado. Por fortuna, hay excepciones. Así, en los años noventa, un sistema de mantenimiento de temperatura y acristalamiento hizo posible una ampliación sustancial del número de tumbas etruscas decoradas con pinturas que era posible visitar en Tarquinia, a 100 kilómetros de Roma, lugar inolvidable que suele quedar al margen de los circuitos turísticos. Precisamente el último verano han sido abiertas al público algunas de las más bellas, la del Barón, la de los Toros y la de los Augures, mientras en la cercana localidad de Tuscania fue inaugurado un precioso museo etrusco.

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Ahora les llega el turno a Pompeya y a Herculano, las dos ciudades sepultadas por la erupción del Vesubio en el año 79, y a las cuales se suele asociar por ello en exceso, ya que, si bien los efectos mortíferos de la erupción debieron ser similares en ambas, el hecho de que en la primera fuera la lluvia de lapilli y en la segunda el fango ardiente lo que sepultó la ciudad ha producido dos tipos distintos de preservación de las construcciones, de la decoración e incluso de los documentos: así, los famosos papiros de la villa del mismo nombre en Herculano, que nunca hubieran podido sobrevivir en Pompeya.

Tanto Pompeya como Herculano ofrecen hoy alicientes para ser nuevamente visitadas, tras el tiempo de lógicas restricciones que siguió al caos por mí vivido en mi primera visita hace 30 años, cuando había que ir cargado de monedas de 100 liras para darlas de tres en tres a los guardianes de cada casa. Para la mejora han confluido razones exclusivamente técnicas, tales como las restauraciones, que quizá dentro de un año propiciarán la reapertura de la Casa de los Vecios y, aun antes, la de las Casas de las Escenas Teatrales, del Moralista, de Trebio Valente, de Ifigenia y de Obelio Firmo, y una reordenación administrativa gracias a la cual, con el nombramiento de un superintendente, se ha roto el aislamiento del prefecto arqueólogo, que carecía de competencia para cuestiones administrativas y de organización de recursos. Así, según nos explicaban en la dirección de las excavaciones, se ha logrado tanto recuperar para la custodia a personal antes inútil como regularizar el servicio de guías, abastecer con agua potable las antiguas fuentes, preparar las reaperturas e incluso resolver por intervención policial la anomalía en la gestión del restaurante, ahora cerrado.

A pesar de las evidentes mejoras, no todo está resuelto, y bastan para comprobarlo las opiniones de visitantes que registraba el diario La Repubblica. Basta también una visita a la magnífica Villa de los Misterios, donde la sala del culto dionisiaco -que me perdone Paul Veyne- está en la penumbra y sin vigilancia. Pero de lo que puede ser el futuro da idea la visita de la ahora reencontrada Casa de Menandro, objeto de una restauración admirable. Al lado de la Casa de los Amorcillos Dorados y de las Termas Suburbanas, famosas por las viñetas eróticas del vestuario, la Casa de Menandro, así llamada por el retrato del poeta, destaca en el quinteto de lugares que ahora por fin pueden ser admirados, si bien para evitar una afluencia masiva resulta preciso obtener el acceso por Internet (en www.arethusa.net). Los otros dos componentes de esta lista son las casas del Ara Máxima y del Príncipe de Nápoles.

Sin restricciones

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Otros ocho edificios se encuentran ahora abiertos sin restricción: las casas de Meleagro, de Apolo, de los Mosaicos Geométricos, de Salustio, del Larario de Aquiles, de Diomedes, del Jardín de Hércules y del Cirujano. Son de interés desigual y entre ellas destacan sin duda dos muy cercanas, la de Apolo y la de Meleagro. Esta última, por su estructura arquitectónica, ya que sus mejores elementos decorativos se encuentran en el Museo de Nápoles. La de Apolo, con el original cuadro de mosaico que representa el encuentro de Aquiles y Ulises y, sobre todo, las escenas de bacanal y las de Apolo-juez en el espacio interior situado en el fondo del jardín.

En Herculano, el gran día aún no ha llegado, a pesar de que en enero se anunciaba la apertura para marzo (seis años después de que tuviera lugar una primera apertura temporal al público, sábados y domingos) de la parte excavada de la grandiosa Villa de los Papiros, propiedad del suegro de César, situada 30 metros bajo la ciudad moderna, que ya supusiera el aldabonazo de la primera fase de las excavaciones, bajo Carlos III, al ser descubierta en 1750. Fue entonces juzgada "el mayor acontecimiento del siglo en cuanto a cultura humanística". Cerrada la primera fase de trabajos en 1765, desarrollándose la segunda entre 1985 y 1995, en parte reabriendo y profundizando los túneles del siglo XVIII, y sobre todo, al desenterrar salas, una natatio (piscina) de agua caliente con un ninfeo, el atrio y una terraza rodeada de columnas, pinturas murales y estatuas.

Una tercera fase de excavaciones a cielo abierto tuvo lugar entre 1996 y 1998, y se suceden las peticiones de estudiosos para ampliarlas en lo que sigue bajo el fango y la lava de la erupción. De la magnificencia de los hallazgos, obtenidos sobre todo en la primera fase, dio idea la exposición Herculano, tres siglos de descubrimientos, en el Museo Arqueológico de Nápoles (y cuya ocupación del espacio dará lugar, esperemos, a una reordenación más satisfactoria de los fondos pictóricos procedentes de Pompeya). La villa proporcionó un fondo de casi un centenar de magníficas esculturas en bronce y mármol; entre ellas, la impresionante de Los corredores, con un grupo de pinturas de denominador común filohelénico y en buena parte elaboradas entre fines del siglo I antes de Cristo y el tiempo de Augusto. Cuando por fin se reabra, cabe augurar una limitación de visitas al fin de semana con compra anticipada en www.arethusa.net.

Entretanto, vale la pena detenerse en la estación de Torre Annunziata del ferrocarril circunvesubiano y admirar la cercana Villa de Popea en Oplontis, recuperada hace pocas décadas y, por fortuna, menos cargada de turistas (visita de 8.30 a 18.00). A la supervivencia de buena parte de la estructura original se suma la de sus pinturas, extraordinariamente refinadas, que siguen ahí en los muros a diferencia de lo ocurrido con Stabia y tantas casas pompeyanas, hoy en el Arqueológico de Nápoles. Desde este punto de vista, la Villa de los Papiros no podrá igualarla.

» Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid.

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Guía

Cómo ir

» Iberia (902 400 500; www.iberia.com). Ida y vuelta en vuelo directo de Barcelona y Madrid a Nápoles, a partir de 109,09 y 255,09 euros, respectivamente.

» Clickair (www.clickair.es; 902 254 252). De Barcelona a Nápoles, sin escala, a partir de 85 euros.

» Vueling (www.vueling.com). Ida y vuelta directo de Madrid a Nápoles, sin escala, desde 126 euros.

Información

» Turismo de Nápoles (www.inaples.it; 0039 081 40 23 94).

» Oficina de Turismo de la Región de Campania (www.turismoregionecampania.it).

» Información sobre las visitas de sitios arqueológicos de Pompeya y Nápoles: www.pompeiisites.org. La entrada de un día cuesta 11 euros; billete conjunto válido durante tres días para visitar Herculano, Pompeya, Oplontis, Stabiae y Boscoreale, 20 euros.

» www.comune.napoli.it

» Turismo de Italia en España (www.enit.it; 915 67 06 70).

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