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Los Oscar viven una noche de incertidumbre

Sin claros favoritos para los principales premios, los críticos esperan el reconocimiento de Robert Altman

En 1938, Bette Davies recogía su segundo Oscar por Jezebel: 'Ahora que me fijo, la espalda de este trofeo me recuerda a la de mi primer marido'. Años después, en 1965, Lee Marvin lograba el suyo por La ingenua explosiva y desde el escenario daba las gracias a quien consideraba su único colega: 'Este Oscar lo comparto con un caballo que ahora está en algún lugar de ahí fuera'.

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En 1938, Bette Davies recogía su segundo Oscar por Jezebel: 'Ahora que me fijo, la espalda de este trofeo me recuerda a la de mi primer marido'. Años después, en 1965, Lee Marvin lograba el suyo por La ingenua explosiva y desde el escenario daba las gracias a quien consideraba su único colega: 'Este Oscar lo comparto con un caballo que ahora está en algún lugar de ahí fuera'. En 1967, Alfred Hitchcock recibía otro honorífico, el único de su carrera, con un lacónico 'Muchas gracias'. Los tiempos han cambiado y esta noche, en la 74ª ceremonia de los Oscar, habrá largas listas de agradecimientos y ningún caballo.

La carrera por lograr estos premios se ha convertido en un negocio tan desproporcionado que las cifras que se barajan para promocionar una película duplican e incluso triplican el coste de la producción. Este año es el caso de En la habitación y Gosford Park, dos películas arrancadas del cine independiente que se verán las caras con dos superproducciones de Hollywood (El señor de los anillos y Una mente maravillosa) y un musical australiano calificado de extraordinario por unos y de ridículo por otros, Moulin Rouge.

Ninguna parte como clara favorita. En opinión de los tres críticos titulares del diario The New York Times, el premio principal (el de mejor película) recaerá en El señor de los anillos o Una mente maravillosa. Los mismos críticos dicen que, sin embargo, el trofeo debería ser para Gosford Park o En la habitación. Los tres sólo coinciden en que el director ganador de esta edición tendría que ser el veterano Robert Altman.

Una voz crítica

Altman (que cae muy bien a los críticos y muy mal a los ejecutivos de Hollywood) ha sido candidato a un Oscar al mejor director en cinco ocasiones: en 1970 lo fue por Mash, en 1975 por Nashville, en 1992 por El juego de Hollywood y en 1993 por Vidas cruzadas. Nunca lo ha ganado. Es pública su animadversión por los grandes estudios y sus directivos, y encima ha sido una de las pocas voces críticas con Hollywood tras los atentados del 11 de septiembre. Altman -quien añadiendo leña al fuego ha calificado de 'absurda' la pelea a la que llegan los estudios por lograr estatuillas- dice que se han malinterpretado una y otra vez sus declaraciones y hace pocos meses en una entrevista en Londres puntualizaba: 'La prensa ha dicho que yo ataco a Hollywood, que yo ataco al sistema, pero lo cierto es que Altman sólo ataca a Altman. Creo que todos debemos sentirnos responsables por lo ocurrido, sólo nos interesa nuestra tragedia, pero no es la única. No han muerto sólo norteamericanos. Hemos criado a nuestros hijos en un mundo de violencia y creo que algunos actores y directores deberían replantearse el mundo que les ofrecen a los adolescentes a través del cine. Pero el cine es hoy un territorio de banqueros que sólo se preocupan en vender. Yo me dirijo a los artistas y les digo, porque me lo digo a mí mismo, que no hay que echar la culpa a alguien perdido en el desierto. Los artistas deberían rebelarse, pero no lo hacen porque este es un negocio muy caro y necesitan a los banqueros'.

Siempre bordeando los márgenes de Hollywood, si Altman gana por fin un Oscar será por los votos de un gremio decisivo: el de los actores, que suma aproximadamente la mitad de los casi 6.000 académicos de Hollywood. Cuando el pasado mes de enero el cineasta recogió su Globo de Oro, les brindó su particular declaración de amor: 'Todas las películas', dijo, 'necesitan alguien que encienda las luces y las apague al terminar la jornada: alguien que esté ahí y disfrute del trabajo de los actores. Ése soy yo'.

Los guardias de seguridad, en la puerta del teatro Kodak de Los Angeles.
Los guardias de seguridad, en la puerta del teatro Kodak de Los Angeles.AP
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