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Persiguiendo a David Lynch

Los proyectos del revolucionario director estadounidense están rodeados de misterios

Cuando en septiembre de 2006 y en la Mostra de Venecia David Lynch anunció al mundo que daba por finalizada su etapa con el celuloide, no fueron pocos los que pensaron que aquello no era más que una boutade. Lo cierto es que el director, uno de los hombres más intrigantes para los cinéfilos de medio mundo, estaba siendo absolutamente serio con el asunto.

Todo empezó cuando el realizador estadounidense (1946, Montana) descubrió el universo de las cámaras digitales, un laberinto donde podía experimentar sin vender su alma al diablo. La guinda del pastel llegó con Inland Empire, cuando el director se vio metido en una trifulca creativa que acabó por ser puramente financiera (como acaban todas las que envuelven a grandes estudios de cine) a cuenta de la duración y naturaleza del filme, un producto impenetrable y en la opinión de los mandamases demasiado opaco para el público en general, incluso para aquellos que en el pasado se habían dejado seducir por el talento del cineasta. Lynch dijo que "no" a ningún tipo de cambio o recorte, que su película se quedaba tal como estaba. Seguramente aquel lío tuvo mucho que ver con su decisión posterior de dedicarse enteramente al formato digital y olvidar las bobinas de una vez por todas.

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Desde entonces las únicas noticias del de Montana nos han llegado vía Internet o través de sus exposiciones. La red ha sido para Lynch un laboratorio perfecto y a través de su página web, http://www.davidlynch.com/, se mantiene en contacto con sus numerosos fans a través de todo tipo de propuestas. También hace lo propio a través del twitter, un instrumento muy del gusto del realizador. Pero además, el director ha decidido donar gran parte de su tiempo al gigantesco Lynch Project, un documental que de momento cuenta con dos entregas (llamadas simplemente LYNCHone y LYNCHtwo) y que repasa las obsesiones del realizador con un tono muy cercano al del propio Lynch. De hecho, se desconoce la identidad del responsable de este proyecto, que se esconde bajo el pseudónimo BlackANDwhite y que sigue empeñado en seguir descubriendo que se oculta en el alma del responsable de títulos como Terciopelo azul, El hombre elefante, Una historia verdadera o Mulholland drive.

Si para la primera entrega contó con más de setecientas horas de metraje y acceso total al particular día a día del director, para la segunda compuso un particular puzzle que se convirtió -de alguna forma- en la autopsia de Inland Empire, un Como se hizo tan alambicado como la película.

Ahora bien, para LYCNHthree, la tercera parte de su empresa, blackANDwhite ha conseguido ayuda del propio Lynch, que ha donado un autorretrato (que nadie espere una aproximación realista a su persona, estamos hablando de David Lynch) que se ha convertido en una litografía y que será enviada a todos aquellos que decidan convertirse en inversores del proyecto que espera conseguir el presupuesto necesario a través de esa vía.

La cosa es bastante simple, basta con enviar cincuenta dólares (unos treinta y ocho euros) a través de la página http://www.lynchthree.com/y en unos días la litografía estará en casa del donante. El productor del proyecto, Jon Nguyen, declaraba que "LYNCHthree se beneficia artística y financieramente de este proyecto on-line a través del diálogo con los fans de David Lynch. Hay tantas preguntas que nos gustaría hacer a David que construir una red con sus fans nos permite escuchar lo que le preguntarían tal y como si fueran ellos mismos los que manejaran la cámara".

Naturalmente muchos creen que tras la identidad del tal blackANDwhite pueda encontrarse el propio David Lynch, pero todo indica que el pseudónimo pertenece en realidad a un joven de treinta y seis años que fue un día a la oficina del de Montana buscando un empleo de asistente y acabó firmando dos documentales sobre su figura. " Esta nueva de financiar los proyectos nos permite hacerlos tal y como queremos que sean sin las presiones habituales del sistema" decía hace unos días el misterioso documentalista sobre la particular forma de hacerse con el dinero necesario para que LYNCHthree se convierta en una realidad. De momento no hay cifras sobre el resultado de la operación pero a juzgar por la demanda existente en lo que se refiere a Lynch parece que sus promotores juegan sobre seguro.

Al parecer el director, que no sale de su burbuja cibernética -por así decirlo- desde 2006, está preparando dos proyectos para la pantalla grande: uno de ellos es un documental sobre el gurú Maharishi Mahesh Yogi (en línea con la labor de proselitismo de la meditación trascendental que el cineasta lleva a cabo desde hace una década y que le ha llevado incluso a escribir un libro sobre el tema, Catching the big fish), que falleció en febrero de 2008; el otro es un filme de animación para niños que Lynch viene anunciando desde 2003, su título es Snootworld. A la hora de la verdad lo cierto es que el único que conoce los planes de Lynch es... Lynch.

El volcánico cineasta David Lynch, en la Mostra de Venecia en 2006.
El volcánico cineasta David Lynch, en la Mostra de Venecia en 2006.REUTERS
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