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Inglaterra 3 - Suiza 0 | Eurocopa 2004

Inglaterra se limita a hacer los deberes

Inglaterra se ha limitado a hacer los deberes ante una selección, la suiza, pura mantequilla. Se derrite por arriba y por abajo. Pese a controlar el juego ha exhibido una falta escandalosa de contundencia tanto en defensa como en ataque. Los ingleses, con bien poco, han aprovechado la endeblez alpina en ambas áreas y, sin brillantez, con goles de Rooney y Gerrard, han solventado un partido que les pone de nuevo a tiro de la siguiente fase.

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Aunque sólo fuera porque así lo diría cualquiera al que se pidiera un pronóstico, Inglaterra se fue al descanso con un gol de ventaja, obra de Rooney. Y por la misma razón, se podría decir, en términos generales, que la ventaja hacía justicia a lo visto en el campo. Pero también es cierto que a Inglaterra le ha costado meterse en el partido y que en el desperezarse se podía haber encontrado alguna sorpresa.

Comenzaba Suiza mucho más vigorosa, presionando fuerte el medio del campo inglés, monopolizado por Scholes y Lampard, que no se enteraban cuando no tenían el balón y no sabían qué hacer con él cuando lo tenían, salvo recurrir a la táctica clementista: patadón a Owen y que corra el chico. En esas tuvo Suiza alguna opción, más por insistencia que por juego y sobre todo, por las exquisitas roscas que se sacaba Yakin cada vez que disponía de un tiro libre. Aunque escaso recurso, a punto estuvo de darle resultado en más de una ocasión.

Pero no fue así e Inglaterra, invitada a decir algo cuando el pistón suizo bajaba, a los 20 minutos, levantó la voz. Scholes dejó de mandar melones a Owen y se dio cuenta de que Beckham se paseaba como Pedro por su casa por la derecha. Algún platanito puso el rubio, y los suizos se echaron atrás, a las espera de algún contragolpe o una faltita para la zurda de Yakin. En una de esas, aunque a trompicones, Beckham consiguió el balón, vio a Owen en el área sin compañía y le lanzó un dulce. El chaval la controló fácil, se la dio más fácil aún al chavalín, Rooney, y éste la cabeceó a la red. Ya estaba el partido donde quería Inglaterra, que lo pudo matar, tan de mantequilla era la defensa suiza.

Quizá por el calor o porque el reparto de roles ya estaba asumido, la segunda parte fue un tostón considerable, lleno de imprecisiones, torpe. De nuevo salía Suiza con más ganas, controlando, es un decir, el centro del campo. Pero todos los ímpetus -también es un decir- se diluían ante el área de James. Sólo en el tercio central del campo se sentían con ganas. Apagado Yakin, a nadie se la ocurría enviar un balón entre líneas, o abrir a la banda en condiciones para colgar centros. Como las olas en un mar en calma.

Tampoco Inglaterra parecía demasiado interesada en aumentar la ventaja, seguramente consciente de que Suiza sólo podía marcar cuando ellos se fueran. Así, algún pelotazo para que corriese Owen. Lo que pasa es que, de nuevo, esta vez por la expulsión de Haas al cuarto de hora, Inglaterra se vio obligada a saludar. Con desgana, consiguió el balón y, a falta de saber qué hacer con él, se encomendó a Owen y, tras irse éste, a su sustituto, Vassel. Así enganchó el segundo, que echaba el cierre al partido. Vassel bajó a tierra un melón, y se lo dio a Rooney, sin oponentes en kilómetros a la redonda. El joven soltó un derechazo al palo que, tras rebotar en la cabeza de Stiel, se colaba. Ya después, Beckham puso un buen balón para Hargreaves y éste centró raso para que apuntillara Gerrard. Una victoria merecida, sí, pero menos.

Beckham y Rooney celebran el segundo gol de Inglaterra ante Suiza.
Beckham y Rooney celebran el segundo gol de Inglaterra ante Suiza.AP

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