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LIGA | REAL MADRID 3 - SEVILLA 1

El Madrid pone la directa

Gran partido del líder, que atropella al Sevilla con un ritmo frenético y un juego de fantasía

Un Madrid grande, enorme, desconocido casi, se merendó al Sevilla y dejó la Liga, con permiso del Villarreal, vista para sentencia. Recibieron los de Schuster a un rival de cuerpo entero y le mandó al infierno a lomos de un fútbol de alta escuela, frenético en su ejecución y adornado de fantasía. Con Sneijder y Guti al mando, el Madrid ejecutó una primera parte inolvidable, sólo manchada por el gol del Sevilla, que llegó en una de esas jugadas en las que la defensa blanca acostumbra a colapsarse. Pero nada empaña el triunfo de un equipo que supo gobernar un partido espectacular, de ida y vuelta, en el que se impuso con una autoridad sencillamente asombrosa.

Puso Schuster en liza un equipo de aspecto liviano, sin Diarra, Baptista y el lesionado Pepe, con Gago en el eje escoltado por Sneijder y Guti, con Higuaín al auxilio de Raúl y con Robben en el lugar de Robinho. Y la puesta en escena de esta gente fue salvaje. Tiraron las líneas arriba, iniciaron la presión en la frontal del ataque y desactivaron al Sevilla, que se encontró con algo así como su gemelo, un rival que aplicó una por una todas las armas que han hecho grande al equipo sevillista: salida rápida del balón y un empeño casi exagerado en el juego por las bandas. Corría así riesgos el Madrid, pero poco importó. El equipo se manejaba a todo tren, encantado de conocerse. El gol tenía que caer. Y cayó enseguida, nacido en las botas de Sneijder, que mandó una falta al corazón del área donde Heinze, con Keita agarrado a su chepa, cabeceó en plancha.

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Acumulaba ocasiones el Madrid a la velocidad de la luz. Higuaín cumplió el rito de disparar al muñeco, lo que en la segunda mitad provocó que parte de la grada se desesperara. Palop comenzó a agigantarse, tapando el hueco al argentino, a Raúl, a Ramos, al todo el que a su área llegaba, lo que el Madrid hacía en tropel.

El Sevilla no perdía la cara al partido, pero se sintió maniatado por una decisión de su técnico. Asustado, quizá, a Jiménez le dio un ataque de entrenador y decidió prescindir de Navas para reforzar su defensa. Apostó por Crespo en el lateral derecho y situó a Alves más adelantado, de extremo o algo parecido. Poco más de media hora tardó en rectificar. Porque Alves es quien es con espacios, con metros por delante. Tampoco Roberto Carlos servía como extremo. El caso es que fue cambiar su argumento Jiménez, allá a la media hora, y encontrar premio el Sevilla. Lanzó Alves una falta hacia el área, el Madrid defendió de forma innoble, dejando que el balón viajara de un lado a otro, hasta que Keita lo cabeceó al borde del área para que Kanouté lo cazara al vuelo. Inapelable fue su zurdazo.

Dispuesto a sacar de centro, Raúl arengó a sus compañeros. Era tan superior su equipo, debió pensar el capitán, que el gol sevillista sólo podía considerarse un accidente. Y eso fue. Porque al instante la pelota cayó en pies del iluminado Sneijder, que esperó el movimiento de algún socio en el área sevillista. Raúl, por ejemplo, A él envió el balón y el del Madrid hizo lo que acostumbra, sacar un gol de donde nada había. Vio junto a él las sombras de Mosquera y Prieto, les superó con un golpe de cintura y pegó el balón arriba, pegado al palo, a la escuadra, donde no llegó Palop. Era el gol 290 de Raúl en partido oficial con el Madrid, igualando a Santillana. Era el gol 290 de un señor al que los números señalan, ni más ni menos, como el mejor delantero de la historia nacido en España.

El Bernabéu estaba de fiesta porque a ello le empujaba su equipo, con Gago barriendo la zona de creación para que inventaran Sneijder y Guti. Pero tiene el Madrid al enemigo en casa. Cannavaro se llama. Empeñado como está en recibir este año la pelota de oro, el italiano dio una lección impagable de cómo no se defiende. Capaz de perder el norte, la posición y el criterio en la misma jugada, el Madrid se vio lastrado por las andanzas de su central, al que Heinze salvó la vida una y otra vez.

Cannavaro hacía crecer a un Sevilla que siempre se vio inferior. El Madrid, pese a bajar su delirante ritmo, siguió llegando con reiteración, la misma que demostraba Higuaín (al que Palop comenzaba a desquiciar) en el error. Pero Sneijder vio de nuevo el hueco y mandó un regaló a Guti, que controló en carrera, vio la llegada de Higuaín y en el pie se la puso. El argentino, por fin, acertó.

Media hora quedaba, pero casi a título de inventario. Porque el Madrid había hecho los deberes con una fortaleza que parecía olvidada, demoliendo a un rival, un Sevilla que a ratos se vio atropellado. La culpa fue del Madrid que, por fin, demostró su condición de líder y que ya está lejos, muy lejos, de un Barça al que le falta todo lo que ayer le sobró al Madrid: grandeza, sobre todo.

Los blancos aprovechan el tropiezo del Barcelona y se despegan de una tabla amenazada por el VillarrealVídeo: ELPAIS.com

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