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JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO

La danza de la alegría

La pareja canadiense vence en el patinaje artístico tras el fiasco ruso por su ofensa a los aborígenes australianos

Los Juegos Olímpicos, 16 días de glorias y fracasos, tienen esas cosas. Se puede pasar de la frustración al júbilo en escasas horas. Canadá empezó a alegrarse por la mañana, con la revancha en el curling de la gran derrota ante Estados Unidos en el hockey sobre hielo, y terminó de recuperarse por la noche con la victoria de su pareja de danza en el patinaje artístico. El país volvió a bailar. Tessa Virtue y Scott Moir fueron los mejores. Terminaron encantando bajo los acordes de la Sinfonía número 5 de Mahler y sacaron aún más ventaja a los estadounidenses Mery Davis y Charlie White, que patinaron con la música de El fantasma de la Ópera.

Cuando los campeones del mundo rusos Oksana Domnina y Maxim Shabalin salieron a la pista en último lugar del programa libre era ya una misión imposible superar la ventaja de las parejas norteamericanas. Se tendrían que conformar con el bronce por delante de los también estadounidenses Tanith Belbin y Benjamin Agosto, plata en Turín. Un pequeño triunfo en la decadencia rusa pues se entrenan juntos y tienen un pique muy especial.

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Domnina y Shabalin empezaron encabezando la competición en el programa obligatorio, pero cayeron al tercer lugar en el segundo original arrastrados por la polémica con su vestimenta. El problema surgió ya en los Europeos que ganaron antes de los Juegos cuando se inspiraron para esa danza, que debe ser folclórica, en la cultura de los aborígenes australianos. Si lo que querían era escoger algo innovador, sin ofender a nadie, no estuvieron afortunados.

Sus vestimentas, con hojas de eucalipto pegadas, tatuajes simulados y cuerdas, indignaron a los que supuestamente querían ensalzar con una publicidad mundial. Incluso se les criticó gestos en la composición que simulaban cierto machismo en el trato.

Ante la polémica suscitada "suavizaron" para Vancouver los trajes quitando hojas y pinturas. Pero ya era tarde. Además, la presión pudo con ellos y fallaron en el ejercicio. Los jueces tampoco valoraron su actuación, al margen de otras reacciones. La ayuda de unos indios canadienses, que les regalaron mantas para quitar malos espíritus y animarles no sirvió de mucho.

Además, los tiempos del Icegate ya han pasado. Hubiera sido un escándalo impensable que ganaran como sus compatriotas Elena Berezhnaya y Anton Shikharulidze en el concurso de parejas de Salt Lake City 2002 antes de que el escándalo de corrupción de los jueces obligara al COI a dar otro oro a los canadienses Jamie Sale y David Pelletier. Aquello marcó un antes y un después en el patinaje con el cambio en el sistema de puntuación. Rusia perdió poder y, curiosamente, los escándalos son sólo ahora fuera de las pistas.

Tessa Virtue y Scott Moir, campeones olímpicos
Tessa Virtue y Scott Moir, campeones olímpicosEFE

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