Asumo mi responsabilidad

Sobraron lágrimas y faltaron palabras en Riazor. Miguel Ángel Lotina, el técnico del Deportivo, que ya tenía previsto su adiós al club, lo hizo entre lamentos por la mala fortuna, disculpa recurrente que, por una vez, fue cierta. "Lo lógico es que hubiéramos marcado dos o tres goles", sostuvo antes de lamentar la concatenación de malas noticias recibidas por el equipo en las últimas semanas. "Han sido jornadas muy raras. El partido de Gijón nos ha afectado mucho. Asumo mi responsabilidad, que es muy grande. Ni la afición ni el vestuario se merecían este descenso".

Unai Emery, su homólogo del Valencia, se mostró circunspecto y respetuoso. "Hay que serlo", aclaró; "es un día triste para el Deportivo. Fuimos los jueces últimos, pero la Liga son 38 partidos y hemos querido jugar con la mayor honradez posible hacia los restantes equipos. El Deportivo tuvo sus ocasiones, pero no acertó y nosotros también tuvimos las nuestras. Queríamos ganar, pero también somos humanos y por eso, al final, estuvimos a medio gas. Me siento triste porque mi padre jugó en el Deportivo, pero he defendido lo mío".

La tarde de El Molinón, aquellos dos penaltis en contra, el último de ellos en el minuto 94, duelen ahora en A Coruña. Con todo, uno de los jugadores, Míchel, cedido precisamente por el Valencia, pero que hace tiempo había dejado de contar para Lotina, insistió de manera bastante cruda en los males de este último acto del Deportivo, en la falta de puntería: "Hablé antes del partido con mis compañeros para ver si nos podían echar una mano, pero lo que no pueden hacer es meterse los goles en propia meta". Otros, como Valerón, ya se ofrecen para liderar el regreso: "Daré lo mejor de mí, todo lo que tengo, por este equipo". El mediapunta canario será el faro del equipo en Segunda, una categoría que no hace honor a su inmenso talento. Dice su presidente, Augusto César Lendoiro, que es el mejor fichaje de la historia del club.

El dirigente más longevo del fútbol español se despide precisamente de la máxima categoría 20 años después de llegar y romper moldes. Ahora ya pasa de los 65 años, de la edad de la jubilación. No la contempla: "Prepararemos un nuevo proyecto. Ya lo teníamos en marcha, pero ahora habrá que adaptarlo". Lendoiro lloró y recibió condolencias en el palco como si hubiera estado en el entierro de un familiar. "Es una de las noches más tristes de mi vida, pero no solo para mí, sino también para miles de personas", apuntó. No había presidido el partido, molesto por la presencia de la plana mayor del Ayuntamiento coruñés, con el que está enfrentado. El alcalde, Javier Losada, y un buen número de concejales se presentaron en Riazor, estadio de titularidad municipal cedido al Deportivo, para presenciar el partido. No suelen hacerlo. A Lendoiro le pareció mal y se fue a una esquina del palco. Allí ejerció de encajador y se acordó de 1994 y del Valencia: "Ya entonces dimos un claro ejemplo a la ciudadanía de cómo reaccionar ante los momentos más difíciles que te puede hacer pasar el deporte. Aquello fue durísimo, pero era para ganar un campeonato".

Puestos a comparar, este nuevo desastre ante los valencianistas viene además tamizado por las dudas sobre la pervivencia de un club que arrastra una deuda próxima a los 50 millones de euros. Los jugadores no quieren oír hablar de números, solo de revancha deportiva. "Los que nos quedamos lo daremos todo para volver a Primera", aseguro Laure entre sollozos. A él y a la mayoría de sus compañeros les costó dejar el estadio. Un grupo de descontrolados, minúsculo racimo entre una afición ejemplar, se apostó ante las puertas para insultar a los futbolistas y enfrentarse con la policía. El resto, cabizbajo, se fue a casa a rumiar su desconsuelo.

Deportivo 0 - Valencia 2