El palo de Almagro
El número diez del mundo se despide a la primera en Nueva York, igual que en París
"Son dos palos", se lamenta el murciano Nicolás Almagro con las mejillas quemadas por el sol y pegadas contra el hueso de su calavera. Acaba de despedirse 2-6, 4-6 y 3-6 ante el francés Benneateau en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos. Lo mismo le pasó en su partido inaugural de Roland Garros contra otro tenista sin pedigrí. Es el número diez del mundo. Dejará de serlo el lunes. Algo ha fallado.
"He hecho un partido muy flojo", reconoció el pupilo de José Perlas, que solo convirtió una de las bolas de break de las muchísimas que dispuso. "Hay poco a destacar y mucho a trabajar. Contra jugadores de nivel más bajo que el mío he perdido muy pocos partidos este año, solo dos prácticamente, y han sido en dos torneo muy importantes. ¿Un exceso de responsabilidad? No. Me toca reflexionar".
En 2011, Almagro se encontró entre los mejores del mundo a una velocidad inesperada. Eso le hizo afrontar compromisos que no se correspondían con su ránking. Compitió en la gira sudamericana de tierra. Se pasó el verano jugando sobre arcilla en Europa. Acudió a algunas de esas citas obligado por contratos que había firmado cuando ocupaba un lugar inferior en el escalafón. Su calendario no se correspondió con la de los mejores tenistas, que descansaron en esos periodos o se desempeñaron sobre cemento. En 2012 peleará por algo muy difícil: consolidarse en la elite y destacar donde de verdad importa, en los torneos grandes.