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Márquez hace lo que quiere

El español se apunta una victoria con adelantamientos de vértigo, primero, y un acelerón tremendo e inalcanzable después.- El piloto acecha el liderato de Bradl, que ya solo está a seis puntos

Se marcó unos pases de baile al bajarse de la moto. Se lo había pasado en grande. Porque aunque es de esos pilotos inconformistas, que siempre quieren ganar, que siempre quieren más, entra también en el grupo de los que no piensan en fatalidades cuando se suben a la moto, cuando abordan cada curva o tienen al alcance otro carenado al que darle caña. Marc Márquez lo pasa bomba cuando debe arremangarse y ensuciarse las manos de barro, como en esta categoría intermedia, Moto2, tan dada a las carreras en grupo, a los apelotonamientos a cada cambio de dirección.

Se le adivina la sonrisa pícara bajo el casco entrando a matar en cada viraje, metiendo rueda, obligando al rival a levantar su moto si no quiere terminar por los suelos, o levantándola él porque se ha precipitado impulsado por sus ganas de samba y de victoria. La de este domingo en Alcañiz fue una de esas carreras que enciende al público, que desata pasiones y altera el pulso. Pero, además, fue una de esas carreras que hay que marcar en el calendario porque se convierten en el punto de inflexión de un campeonato. Con su victoria, Márquez se sitúa a solo seis puntos de Stefan Bradl, tras una remontada que puede hacer historia, después de hacer cuatro ceros iniciales y estar a 82 puntos del alemán.

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Los primeros giros fueron de infarto. Los ay sonaban en cada esquina y Julià Márquez, padre del prodigio, resoplaba y hacía aspavientos con sus manos desde el taller del equipo comandado por el ex piloto Emilio Alzamora, mentor del niño. Márquez no esquivaba la pelea con Redding, Bradl ni Iannone. Y cuando se colocaba en la primera posición, parecía no querer evitar aquel sarao. Así se sucedieron las vueltas y los suspiros. Hasta que a ocho giros para el final, en dos adelantamientos ajustados y espectaculares, se deshizo primero de Corsi y luego de Iannone. Y empezó a abrir una ligera distancia, de menos de medio segundo. Pero suficiente para sentirse a salvo. A seis vueltas para la meta Márquez demostró, como en otras tantas ocasiones, que sí, que hace lo que quiere, que aguanta junto al pelotón mientras el depósito está lleno y trata de no desgastar sus neumáticos en demasía, para darse a la fuga cuando mejor se encuentra o cuando sencillamente le place. En solo una vuelta fue capaz de distanciarse a 1,3 segundos de Iannone. Ahí se acabo la carrera.

Mientras el chico de Cervera (Lleida) se había estado montando una fiesta junto a otros pilotos sin pelos en la lengua como Iannone, Corsi y De Angelis, el todavía líder del Mundial, Bradl, se mantenía expectante, aguardaba tras la barrera para no ser embestido por ninguno de esos morlacos. Es tan dulce en la conducción como su gran, mejor, su único rival, pero les echa menos salsa y más cabeza a las carreras. Sin embargo, la jugada de no querer poner en riesgo su título a golpe de adelantamiento irreverente, como los de Iannone o Márquez, no le terminó de salir bien.

Se había resguardado el alemán en la cola de ese grupo de cabeza, entre la cuarta y la quinta plaza, esperando a que se acercara el final de la prueba para intentar aproximarse de nuevo, como en las últimas carreras de este tipo. Pero algo falló. A falta de cuatro vueltas Bradl empezó a desinflarse, miraba su moto asombrado y sorprendido: cayó a la novena plaza. Y tuvo que pasar a pelearse con una jauría de motos para no seguir perdiendo posiciones que le arrebataran el liderato de la clasificación. Claro que si el talento de Márquez no deja olvidada en ningún circuito esta inercia ganadora -suma seis victorias de las últimas siete- será difícil defender el cartel de favorito que se ganó a pulso al principio del curso. Hay otro que tira de él.

Marc Márquez, vencedor en el GP de Aragón.
Marc Márquez, vencedor en el GP de Aragón.JAIME OLIVARES CAMPS (EUROPA PRESS)

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