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Robbie Keane, el trébol de Irlanda

El delantero, máximo goleador de la selección, lidera una década después al equipo camino de la Eurocopa

El 18 de noviembre de 2009 abrió una profunda herida en el fútbol irlandés. Aquella noche, en el estadio parisino de Saint Denis, una clamorosa doble mano de Thierry Henry concedió el billete para el Mundial de Sudáfrica a Francia y fulminó a la República de Irlanda. "Probablemente, Platini y Blatter estén dando palmas", denunció entonces, indignado, Robbie Keane (Tallaght, Dublín; 1980), capitán de los Boys in green. Hoy, casi dos años después, la cicatriz todavía no se ha borrado. Sin embargo, la selección irlandesa, a punto de sellar su pase a la Eurocopa tras doblegar a Estonia por 0-4 en el duelo de ida de la repesca, respira más tranquila. Sobre todo Keano. "Si ahora no nos clasificamos, sería catastrófico", admite el delantero, símbolo del combinado irlandés en la última década -debutó en 1998- y que en apenas 10 días completará dos viajes transoceánicos, más de 30 horas de vuelo y 25.000 kilómetros para devolver a su selección a la élite y tratar de aupar a su equipo, los LA Galaxy, a lo más alto de la Mayor League Soccer (MLS), que el domingo dilucida su próximo campeón.

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"Es un ejemplo, todo compromiso", establece al otro lado del teléfono Marcos Álvarez, preparador físico del Tottenham durante la etapa de Juande Ramos al frente de los Spurs, y que encontró en Keane un buen aliado; "su carácter no tiene nada que ver con el de los ingleses. Él es un irlandés de pura cepa, un tío risueño". También un goleador despiadado. Lo demostraba cuando era un niño, con menos de 10 años, y se embolsaba una libra de su padre cada vez que marcaba un gol en el Crumlin United, el equipo de su colegio. Y, sobre todo, cuando aterrizó en Londres, ya maduro, tras una escalada previa por el Wolverhampton, el Coventry, el Inter de Milán -pagó 16 millones de euros por él- y el Leeds. 90 dianas en 238 partidos de Liga fue su registro durante su estancia en White Hart Lane, donde sus compañeros y el cuerpo técnico le contemplaban como amo y señor del vestuario. "Es un líder natural, un capitán como los de antaño", subraya Álvarez, que relata un llamativo episodio: "Un día, después de un partido que no nos había salido bien, esperó a todos los jugadores en el vestuario y les echó una bronca descomunal. No nos jugábamos nada".

No tuvo fortuna después, en el Liverpool, donde la alargada sombra de Gerrard le cerró el paso. "No acepta el banquillo. Le da igual estar en un club puntero que en el último de la tabla, de ahí que se haya movido tanto", argumenta Álvarez. Por eso regresó a casa, al Tottenham. Por eso, emigró después al Celtic -su equipo de niño, con el que anotó 16 goles en 19 encuentros- y al West Ham. Y, por eso mismo, no dudó en hacer las maletas e instalarse en Los Ángeles, junto a David Beckham, la que se antoja como una de sus últimas paradas antes de colgar las botas. "Le ha ocurrido lo mismo que a otros futbolistas, como a Raúl, que son muy buenos, pero que con los años pierden velocidad y deben buscar alternativas", matiza el preparador; "con la pelota en los pies es muy hábil, pero sus movimientos son asombrosos. Me recuerda a Butragueño. Es muy vivo, muy astuto, está siempre al acecho. Es un jugador capaz de inventarse un gol de la nada. Aunque haya perdido chispa, en Irlanda sigue siendo fundamental, ya no tanto por su juego como por el rol que desempeña".

Bien lo sabe su seleccionador, el veterano Giovanni Trapattoni. "Necesito jugadores con personalidad, y al él le sobra", atestigua el italiano, que encuentra en el atacante, el máximo artillero histórico de su selección con 53 goles en 113 partidos, un magnífico ejemplo para compañeros de ataque como Kevin Doyle y Jonathan Walters, y mejores registros que otros que han dejado huella, como John Aldridge (19 goles en 69 partidos) o Tony Cascarino (19 en 88). "Es imprescindible. Un espejo para los chicos más jóvenes", incide Trap, correspondido en Tallin con dos tantos del 10, empecinado en borrar el triste episodio de París de hace dos años. "Robbie Keane nunca se va a callar ni amedrentar", zanja Álvarez; "defiende a muerte a su equipo. Es un animal competitivo". Un trébol para la selección irlandesa, que desde 2002, cuando fue apeada en el Mundial de Corea y Japón por España, no participa en una gran cita.

Keane, durante un partido con Irlanda.
Keane, durante un partido con Irlanda.J. MCDONALD (Getty)

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