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Tribuna
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Los socialistas de Aragón y el XXV Congreso del PSOE

Secretario general del Partido Socialista de Aragón/PSOEPara muchos socialistas de las regiones deprimidas y desertizadas, a la vez que de menor número de afiliados, el XXVIII Congreso del PSOE constituye una esperanza de cambio en la praxis política del partido. Y es que, a pesar del interés manifestado por los medios de comunicación sobre el debate marxismo-no marxismo, la teoría socialista construida sobre el método de análisis marxista no preocupa a la clase trabajadora, sino en la medida de que nuestro partido deje de ser un partido obrero para convertirse en lo que nunca fue: un partido interclasista, de corte centralista, fuertemente burocratizado, y donde los intereses personales para hacer carrera política prevalezcan sobre los intereses objetivos de la clase trabajadora.

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Hoy, por eso, entre los problemas que debe resolver el próximo congreso, preocupa más cuál va a ser en el futuro nuestra organización interna por la que discurra el quehacer político, que los aspectos ideológicos, aunque ambas cosas se puedan encontrar objetivamente ligadas, y esta preocupación es más honda y sentida en los estamentos regionales y locales sometidos dentro de la organización que para los que encuentran el apoyo necesario de lo que se define en el argot político interno como el aparato del partido.

La fuerte tendencia a la burocratización, que ha llenado las páginas de los periódicos con sanciones y expulsiones de militantes acusados de izquierdismo o revolucionarismo verbal, jamás de derechismo; o con los conflictos de las distintas federaciones y agrupaciones socialistas, con motivo de la confección de las listas electorales, debe ser corregida si no queremos que nuestra democracia interna quede caricaturizada por el burocratismo esterilizante que cierra el debate, la crítica y la participación en el seno de la organización.

Para lo cual no basta con aprobar unos estatutos en los que se defina como principio básico de nuestra organización socialista la democracia interna y la estructura federal del partido, como lo demuestra la experiencia por sí sola.

Es necesario darle a la letra y al espíritu de la misma contenido real y positivo, si queremos adecuar nuestra política a la descentralización del poder en la sociedad democrática, cuyo modelo defendemos.

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Este gran cambio en la praxis política del partido, esperanza de algunos socialistas, es una exigencia a la cual tiene que dar respuesta el congreso, no pudiendo ser abandonada esta oportunidad, por el desarrollo de una estructura de partido que no dote a las federaciones regionales, a pie de igualdad, de la autonomía y los medios necesarios para la actuación política dentro de sus competencias, así como de la participación necesaria en los órganos que elaboren la política federal, si no queremos que los vacíos políticos regionales sean espacios abandonados por la incapacidad de la organización regional de los socialistas a la hora de dar una respuesta política al reto de las autonomías en las regiones y nacionalidades.

En otro caso podemos asistir en un futuro próximo al carnaval político propiciado por UCD, por el que se nos califique de centralistas, sumiendo al pueblo en un mar de confusiones, con la aparición de grupos políticos regionalistas en el seno de la izquierda, aferrándonos a la idea de que el regionalismo no lo podemos inventar, para reconocer la autonomía política de las regiones históricas, olvidándonos de Aragón, Andalucía, Galicia o el País Valenciano, cuya coincidencia regional quedó muy clara el 15 de junio, y posteriormente en las movilizaciones populares pro autonómicas.

Bastaría recordar que Aragón también tuvo, como Andalucía, su PSA, que resucitó en los albores de las elecciones del 1 de marzo bajo los auspicios de un mismo plan concebido fuera de Aragón para comprender el grado de adhesión popular con que cuenta el hecho regional en Aragón y para reflexionar sobre la necesidad de una política socialista que desarrolle un modelo de sociedad y de partido que garantice la expresión de las libertades colectivas de un pueblo.

Para ello, quizá el camino sea poner el Aragón de hogaño en la huella de antaño, con la defensa del espíritu federal que siempre tuvo nuestro partido, que el 18 de febrero de 1933 celebró en Aragón su primer congreso regional, creándose la Federación Aragonesa de Agrupaciones Socialistas. Pues la historia política de Aragón no puede olvidar que fue el Gobierno de la República, presidido por Francisco Largo Caballero, el que estableció desde octubre de 1936 hasta junio de 1937 el Consejo de Aragón, con sede en Caspe, donde con anterioridad se había celebrado el I Congreso pro Autonomía de Aragón, en mayo de 1936.

Razones históricas y sociopolíticas deben, pues, influir en el próximo congreso federal del partido, favorablemente a ese profundo cambio de nuestra organización interna, al que nos referíamos al principio de este artículo, para poder desarrollar un regionalismo apoyado por las más amplias capas populares, pues el futuro del socialismo lo exige y la política regional del PSOE será decisiva para conseguir una verdadera reforma de la estructura del Estado. De cualquier forma, en el Congreso y después del congreso, los socialistas aragoneses no reblaremos, como decimos en esta tierra, hasta conseguirlo con la solidaridad de todos los socialistas del Estado.

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