Escalofrío
Jack Arnold es un director que logró forjarse una reputación de pequeño artesano. En la jungla de Hollywood era este un mal encasillamiento. Quien lo tenía jamás alcanzaba a firmar producciones de prestigio. Se le destinaba a las series B, a las películas de relleno de lotes, con actores de segunda fila y presupuesto mínimo.Pero la imaginación humana tiene recursos imprevisibles. La falta de dinero hizo que los responsables de estas películas afilaran el cerebro. Los filmes de la serie B se convirtieron así en los viveros del experimento. Y los vagones de cola de la producción superaron a las locomotoras en inventiva. El cine pobre evitó su pobreza jugando con las esquinas de otra riqueza que la financiera: la riqueza imaginativa.
Los filmes de ficción científica estuvieron en los años cincuenta arrinconados en las series B. Tal vez por eso surgieron auténticas obras maestras, en un tipo de relatos que, antes que grandes fajos, requieren grandes dosis de ingenio. Por ejemplo: La humanidadd en peligro, de Gordon Douglas, La invasión de los ladrones de cuerpos, de Donald Siegel, y El increíble hombre menguante, de Jack Arnold. Tres maravillas.
En El increíble hombre menguante, Jack Arnold da un curso de emoción, de intriga y de terror doméstico. Un hombre, reducido por un accidente radiactivo al tamaño de un insecto ha de enfrentarse a las repentinas dimensiones colosales de su casa. Es una original versión del mito del Homúnculo, con escalofriantes escenas, como la lucha a muerte contra una tarántula, que merece entrar en una antología del escalofrío. Enorme fantasía sin aparato fantástico, a base de fuerza surreal en la mirada. Una sencilla y emocionante película.
El increíble hombre menguante se emitirá el lunes a las 22.00 por la segunda cadena.
