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Alcaldes por méritos propios

El socialista que llegó al cargo por 'coruñesista'

A. VENCESi un peculiar movimiento localista, a medio camino entre la política y la sociología de masas, no condicionase todas las actividades municipales y extramunicipales de La Coruña, el acceso del socialista Francisco Vázquez a la presidencia del ayuntamiento ofrecería como única particularidad el hecho de que, por primera vez, un partido de izquierda haya obtenido en solitario la mayoría absoluta en la más importante capital de provincia de una Galicia que pasa por ser, al mismo tiempo, la más conservadora de las comunidades autónomas de España.

Vázquez, que el pasado mes de abril cumplió 37 años, debe, sin embargo, buena parte de los casi 45.000 votos que le han situado en la alcaldía coruñesa -su máxima aspiración política, según varios de sus compañeros- a la apasionada defensa de los intereses locales, que en 1981 le llevó a dimitir de las funciones de secretario general del PSOE gallego. El ahora alcalde estuvo a punto de conseguir entonces que los socialistas de Galicia optasen, como partido, en favor de la candidatura de La Coruña en la larga y tensa polémica sobre la localización geográfica del Parlamento y el Gobierno autónomos.

La renuncia a un cargo que nunca dejaría de ejercer en la práctica por medio de sus privilegiadas relaciones personales con la ejecutiva federal del PSOE le valió hace dos años a Francisco Vázquez una notable ventaja sobre José González Dopeso, que ya entonces se perfilaba como su futuro oponente en la acera de Alianza Popular y que, en puridad, podía arrogarse el papel de pionero en la defensa de lo que luego llegaría a conocerse como coruñesismo.

Por la capitalidad

González Dopeso, presidente de agrupaciones radicalmente localistas, como la Asociación de Amigos de La Coruña y la Junta de Defensa de la Capitalidad, comenzó a perder una alcaldía que tenía prácticamente asegurada al entrar a formar parte, como consejero de Justicia e Interior, de la Xunta, que tomó el primer acuerdo oficial en favor de la candidatura de Santiago para capital de Galicia. Una decisión que muy posiblemente le haya costado el 8 de mayo verse superado por el representante socialista.

Mientras los grupos localistas más exaltados, que llegaron a dividirse y subdividirse hasta propiciar tres candidaturas coruñesistas, descalificaban el pasado 8 de mayo al traidor José González Dopeso, el candidato socialista se convertía en junio del pasado año en uno de los principales y más conocidos protagonistas de la manifestación por la capitalidad, que reunió a varias decenas de miles de personas en las calles de La Coruña.

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Hijo de una familia de la media-alta burguesía coruñesa, Francisco Vázquez ofrece una tranquilizadora imagen de político moderado que nunca dudó en confesarse socialdemócrata y en ocasiones ha sido llevado, por sus convicciones ideológicas, hasta los límites del centrismo. Las dudas que en el interior del propio PSOE existen sobre la firmeza de su fe autonomista -muy deteriorada, en apariencia, por el conflicto de la capitalidad de Galicia- no han sido aclaradas por Vázquez en sus primeras declaraciones como virtual alcalde. "No hay que olvidar", dijo en la caliente noche de las elecciones, el mismo 8 de mayo, "que, en los temas que afectan al Gobierno de la nación, desde mi autonomía municipal yo no necesito ningún intermediario".

Viva la imaginación

Pese a todo, el próximo alcalde coruñés fue, según él mismo gusta recordar, el único diputado en Cortes que renunció a su escaño para concurrir a las elecciones autonómicas de 1981 como candidato socialista a la presidencia de la Xunta. Vázquez, conocido familiarmente como Paco en los ambientes políticos de su ciudad, renunció también a su acta en el Parlamento autónomo para encabezar, en octubre de 1982, la lista del PSOE por La Coruña, única capital de provincia gallega donde los socialistas obtuvieron la victoria en esa consulta.

Excedente en sus funciones de inspector de Trabajo, como consecuencia de la ley de Incompatibilidades, Vázquez vive desde hace varios años en un chalé de las afueras de La Coruña. Declara su afición por los tebeos, el coleccionismo, la lectura; tiene serias dificultades para expresarse en gallego y el lema La imaginación, al poder es, desde su punto de vista, "el mejor tratado de política que se haya escrito en menos palabras". Es difícil encontrar a alguien que hable mal de él en La Coruña.

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