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Tribuna:Día de las Letras Gallegas
Tribuna
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La novela ejemplar de Leiras Pulpeiro

En Mondoñedo, patria de aquel extraordinario fabulador llamado Álvaro Cunqueiro, nació, en 1854, Manuel Leiras Pulpeiro, el poeta que este año protagoniza nuestra gran fiesta literaria: el Día das Letras Galegas. Pese a que falleció hace más de 70 años (1912), las gentes de Mondoñedo y su comarca aún mencionan su nombre con emoción, y la cita contiene, todavía, parte del respeto que infundía en su tiempo aquel santo laico que ejerció la medicina, en barrios y aldeas, con vocación, compromiso y generosidad.La novela ejemplar de su vida vive aún en la memoria de las gentes. Muchos ni siquiera saben que escribió versos, pero todos saben que fue un ser humano cabal y un médico abnegado. En su mausoleo, erigido en 1921 con el difícil dinero de los emigrantes de su pueblo, está grabada esta lacónica inscripción: "Amou a verdade e practicou o ben" ("Amó la verdad y practicó el bien"). Nadie, que se sepa, ha visto retórica o hipérbole en este hermoso epitafio.

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La Real Academia Gallega, al homenajear en este 17 de mayo a Leiras Pulpeiro, no sólo precisará su estupendo perfil moral, sino que hará justicia a su nombre de poeta, tan necesitado de definición y de difusión. Ajeno, en su día, a cenáculos, viajes, premios y sillones académicos (que rechazó), vivió recluido desde 1877 en Mondoñedo, el Mondoñedo donde a comienzos del siglo XVI escribió el obispo Antonio de Guevara Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Republicano federal, su nombre no aparece en las revistas conservadoras de la época; hombre nada externo, sus versos pocas veces aparecen en las publicaciones de sus correligionarios. Sólo en una ocasión, violentado por los amigos, recoge una parte de sus composiciones y publica un pequeño volumen: Cantares gallegos (1911), es decir, pocos meses antes de morir. ¿Qué lega Manuel Leiras Pulpeiro, en forma de libro, a la posteridad? Unas cuantas coplas escritas al modo popular, o sea, una labor poética impersonal y exenta de trascendentalismo. Los poemas donde estaba su voz, su verdadera y más alta voz (alegatos sociales, compromiso civil, meditaciones éticas ... ), no fueron objeto de compilación por su parte. Inéditos quedaron, salvo algunos, hasta que en 1930 la mano devota de Antón Vilar edita casi todo lo que el autor no había destruido.

Como poeta, Leiras Pulpeiro ha sido editado a destiempo, Con graves deficiencias filológicas e incompletamente. Por otra parte, su nombre, en ciertos medios oficiales y académicos, no suele suscitar adhesiones. Piénsese que en 1888 (¡hace casi cien años!) se casó por lo civil en Mondoñedo, la pequeña y episcopal Mondoñedo, y que, en 1912, su cadáver ocupó la primera tumba del cementerio civil de su pueblo. Respecto del primer suceso -el primero, sin duda, en la historia de una villa tan clerical-, un cronista de Las dominicales del libre pensamiento escribe: "En el púlpito, en el confesionario, en la calle y en todas partes, los de la sotana no hacían ni hacen más que desafiar con la excomunión y con el infierno... a los que se relacionen con el señor Leiras y a los enfermos que se consulten con él y necesiten de sus auxilios". Años después, sin embargo, Manuel Leiras Pulpeiro no sólo habrá suscitado fervor y devoción entre las gentes del común, sino que habrá conquistado respeto en una buena parte de la curia episcopal y del seminario. No era poco en una localidad de tantos prejuicios y tan configurada por la Iglesia.

Pero conseguir cierto respeto en determinados medios oficiales y académicos -hecho que honra aún más a Leiras que a estos medios- no implica que estos sectores se comprometan con homenajes a un poeta, que, en su tiempo, cuestionó, de forma muy radical, el comportamiento del clero y del pensamiento conservador.

Su poesía, prácticamente en gallego toda, debe ser reexaminada ya. Se trata, siempre, de una escritura auténtica, con evidentes aciertos literarios, que no debe ser contemplada desde París, donde en 1857 ya se publicaba la primera edición de Les fleurs du mal, de Baudelaire. Nuestro escritor, que se estrena en 1884, es una voz de otro discurso, el gallego, dentro del cual ha de ser juzgada su producción poética.Yoeta polifacético, no inferior en calidad a ninguna de las voces valiosas gallegas del siglo XIX (salvo las de la Cantora, el Rebelde y el Bardo), poseyó un dominio del gallego, que, en ciertos aspectos, nadie ha igualado hasta hoy. Recreó, con rotundos aciertos al traducirlo, El pi de Formentor, del poeta mallorquín Miquel Costa i Llobera. Sintonizó con la musa popular en Cantares gallegos y tuvo siempre como fuente de inspiración lo que siempre fue motivo para él de grave preocupación: la marginada, postrada y compleja realidad de su país. Fue Galicia, sobre todo los humillados y ofendidos de aquella Galicia, tema frecuente en su carrera (poco pública) de poeta. Sólo en una ocasión detecta en esa realidad signos de redención. Se trata del poema Xa comenza (Ya comienza), en cuyos versos finales leemos:

"I anque o pobo xeme tristemente / xa cause ven abrindo / o día da Xusticia, en que han libralo / dos que o aloumiñan soilo pra sangralo" ("Y aunque el pueblo gime tristemente / ya casi viene abriendo / el día de la Justicia, en que han de librarlo / de los que lo halagan sólo para sangrarlo").

El poema, de 1887, fue escrito días o semanas después de la I Asamblea Federal. Gallega, celebrada en Lugo, la asamblea que aprobó todo un proyecto de Constitución para el Estado galaico, nuestro primer Estatuto de Autonomía. Se estrenaba Leiras como político y, pese a su sencillez y a su carencia de ambiciones, fue nombrado, con cuatro miembros más, del Consejo Ejecutivo de la Región Gallega, cargo que ostentará (sin ostentación) hasta 1893, fecha en la que se recluye, políticamente, en Mondoñedo. Desde entonces a 1912, fecha de su muerte, será algo así como el jefe moral o simbólico del republicanismo fe deral en su comarca. Desde ella contempla Galicia, y ya nunca su musa de poeta volverá a detectar los signos redentores de 1887, signos -cabe sospechar- dictados, en buena parte, por la atmósfera de fervor en que se desenvolvió aquel acto político, teóricamente tan importante. En los poemas posteriores, Leiras no sólo no percibe síntomas de redención, sino que no entiende por qué los pobres no empuñan, unidos, la hoz del levantamiento, lenguaje que, sin duda, no suscitaba la adhesión de "ciertos medios oficiales y académicos". Un mes antes de fallecer, en el último poema que conocemos, tiene que reconocer que a este pueblo infeliz, empantanado para lo grande" no hay "quien lo haga andar, quien lo despierte".

Con está amargura se fue para siempre, y éstos fueron sus últimos versos, nunca desmentidos en estos 70 años (aunque sí desmentibles).

Xesús Alonso Monteroes catedrático y escritor.

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