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Tribuna
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Ideas como cuerpos

La llegada del Living Theatre a Europa -por España pasó en su primera gira furtivamente y casi tuvo que salir por pies tras su actuación en Valladolid- fue una sacudida feroz, con tonalidades bárbaras, a la refinada y difusa identidad de nuestros aprendices de vanguardistas de entonces.Andaba mediada la década de los años 60. Las vanguardias del llamado absurdo se estaban diluyendo en un bosque de palabras y las gentes inquietas del teatro comenzaban a mascar algo que se escapaba de la incapacidad de sus espectáculos de ruptura para romper nada. Circulaban algunas ideas, o ideillas, pero ninguna incardinada en actos, en cuerpos.

Hubo un redescubrimiento, forzado por el rechazo al teatro enunciativo y meramente verbal, de las bellas teorías utópicas de Artaud. La patraña del hecho escénico como sustituto del drama comenzó extenderse y a sembrar oportunismo a diestro y siniestro. Era un conato de relevo, de orden disfrazado de vanguardia.

Más información
Julian Beck, creador del legendario Living Theatre, falleció en Nueva York

Pero el Living de Beck sembró auténtico desorden. Nada volvió a ser lo mismo en el teatro europeo y, aunque en el furgón de cola, del español. Beck trajo menos ideas que las que aquí se cocían, pero a cambio trajo cuerpos y una manera insólita de incardinar en ellos actos teatrales puros. Casi con ingenuidad, Beck rompía, violentaba. Era otro lenguaje, al mismo tiempo nuevo y tan antiguo como el teatro. Este encontro en él su perdido entronque con las ceremonias bárbaras que había bajo sus pies calzados con seda.

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