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EL RECONOCIMIENTO DE ISRAEL

Guerra, inflación y bloqueo política

El Estado de Israel cumplirá el próximo mes de junio 38 años de existencia. En ese período, ha librado cuatro guerras mayores - 1948, 1956, 1967 y 1973- y una menor, como fue la invasión de Líbano en junio de 1982; ha ocupado una extensión de. territorios que más que triplicaba su solar inicial; evacuado una parte de ellos -la península de Sinaí-; y acogido, procedentes de la diáspora internacional, a cientos de miles de judíos, de acuerdo con la ley del Regreso, el instrumento legislativo por el cual todo hijo de madre judía tiene derecho a su instalación en el Estado de Israel. El país cuenta hoy con 3 millones y medio de habitantes, de los que cerca de medio millón son árabes, sin contar los 900.000 que viven en la Cisjordania ocupada que continúan siendo formalmente jordanos.Si en 1948 apenas una fracción de los israelíes de pasaporte había nacido en el antiguo mandato británico de Palestina, en la actualidad algo más de la mitad de sus habitantes son sabras, es decir, nacidos en el territorio israelí. En los últimos 20 años, la emigración desde los países occidentales se ha reducido a niveles insignificantes mientras que se multiplicaba la procedente del área mediterránea y muy particularmente de los países árabes. De esta forma, un país no sólo habitado sino construido por askenazíes -oriundos de países germánicos cuya lengua era el yiddish- ha ido viendo crecer una población de origen sefardí, o procedente del Mediterráneo y el Tercer Mundo árabe. Aunque Sefarad es el nombre hebreo de España, sefardíes no son ya sólo los procedentes de España de los tiempos de la expulsión de 1492, sino los descendientes de todos los que supuestamente vivieron alguna vez en la península. En el Estado sionista dominado por el elemento germánico, esta latinidad del judío ha obrado como revulsivo muchas veces radicalizando las relaciones con los árabes.

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El Estado de Israel, en cifras

Israel no ha tenido hasta la fecha ningún primer ministro de origen sefardí, aunque sí un presidente -cargo básicamente ceremonial- Yitzhak Navon, que tiene el español ladino como lengua materna. Esta situación de predominio absoluto del elemento germánico y de Gobierno) del partido laborista dura hasta las elecciones de 1977, en las que la izquierda pierde por primera vez el poder desde la fundación del Estado. Una coalición derechista bajo el nombre de Likud forma entonces Gobierno. Lo trascendental del cambio no es tanto la orientación más radical y nacionalista del Ejecutivo como el hecho de que una mayoría electoral sefardí es la que ha llevado -pese a todo, a un askenazi- a Menájem Beguin a la jefatura de Gobierno.

Esa nueva mayoría, irreprochable en sus credenciales nacionalistas, fue capaz, sin embargo, de renunciar al Sinaí recuperado por Egipto a fines de los setenta, al tiempo que se mostraba intransigente en la negociación sobre Cisjordania con el rey jordano Hussein y el Golan arrebatado a Siria.

En las elecciones de 1984 la situación de tablas entre las dos fuerzas, laboristas y Likud, obligó a recurrir a un curioso expediente- de Gobierno de unidad nacional. Las dos formaciones se reparten las carteras de forma que durante un primer período de 25 meses el jefe de Gobierno es el laborista Simón Peres, con su oponente del Likud, Yitzhak Shamir, en el Ministerio de Exteriores, para, en un segundo periodo de igual duración, alternar los papeles. Por añadidura, en esa situación de casi bloqueo electoral la importancia de los pequeños partidos religiosos es muy grande puesto que sólo unos escaños en la Cámara de 120 parlamentarios suponen la diferencia entre el Gobierno y la oposición. El mandato de Peres deberá concluir en octubre de este año, aunque se predice vastamente que el primer ministro laborista forzará unas elecciones antes de que concluya el período, buscando el refrendo del electorado a su política de relativas concesiones en una eventual negociación con Jordania.

Israel se ha convertido sobre todo en estos últimos años en una democracia asediada por la inflación, con tasas anuales de más del 800%, y un costosísimo presupuesto militar. En esta situación, algunos generales como el ultraderechista Ariel Sharon han adquirido un enorme peso político, que en algunos momentos ha parecido adoptar tonos bonapartistas. Hay quien especula con que sólo el paso de varias generaciones y el total enraizamiento de un Israel poblado y políticamente controlado por nativos producirá una esperanza negociadora capaz de liquidar el sangriento contencioso con el vecino mundo árabe.

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La clase política israelí ha visto con creciente amargura y escepticismo el tantas veces previsto reconocimiento de España. Quizá por ello la Prensa de Tel Aviv fue escueta ayer al dar la noticia del inminente restablecimiento de relaciones. El diario de mayor tirada, Iediot Ajaronot, y el diario sindical Davar así lo anunciaban en primera página pero con escaso relieve. El sensacionalista Jadashot la relegaba a la página tres.

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