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Reportaje:CRIMEN Y POLÍTICA EN ITALIA

Servicios no tan secretos

Ambrogio Viviani, ex jefe del contraespionaje italiano, asegura que el Vaticano tiene un eficiente aparato de seguridad

CORRESPONSAL Ambrogio Viviani, ex general del cuerpo de Paracaidistas, ex jefe del contraespionaje italiano, hoy militante del Partido Radical, una vez que abandonó el uniforme como consecuencia de la polémica desatada con el propio ejército al estallar el escándalo de la Logia P-2 de Licio Gelli, se ha convertido en uno de los personajes más controvertidos de Italia. Este corresponsal le ha entrevistado en su chalé de Oleggio, de 3.000 habitantes en el norte del país, cerca de Novara, en un jardín cuajado de hortensias y buganvillas, protegido por dos imponentes perros pastores alemanes que espiaban cada gesto del intruso.

El año próximo Vivíani entrará en el Parlamento como senador o diputado radical. Hay quien piensa que utilizará la inmunidad parlamentaria para revelar no pocos secretos. De cuando en cuando hace temblar a la opinión pública con detalles sobre algunos de los misterios italianos. Estas salidas de tono le llevaron ante un tribunal de Venecia, en 1980, que le condenó a cinco días de cárcel por "reticencia". Aquella experiencia fue "vergonzosa" e hizo que no le cupiera duda alguna sobre la necesidad de militar en el Partido Radical. "No me quejo de haber sido detenido. La ley debe ser cumplida. Lo que me causó vergüenza fue el hecho de que un ciudadano en los años ochenta entre en chirona durante cinco días sin poder telefonear a su mujer, llamar a un abogado ni recibir Prensa. Dentro de un cuchitril inmundo, con la luz encendida a todas horas y rodeado de suciedad".

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El ex jefe del contraespionaje italiano tiene sólo 58 años. Con sus ojos azules, sus dos metros y pico de altura y su bigote rubio, parece más un superagente 007 británico que un espía italiano. Su padre, oficial del ejército, después de combatir en Rusia terminó sus días en un campo de concentración nazi. Viviani, casado, padre de tres varones, tiene siempre una sonrisa que para algunos es inocente" y para otros, pícara y astuta". Recientemente ha publicado un Manual del contraespía, que él califica de "libro para la playa".

En la guarida de Gelli

A los 48 años era ya general de brigada. En su brillante y meteórica carrera le cupo la suerte de elaborar el primer informe sobre Licio Gelli, maestro venerable de la logia P-2, en 1973, cuando este nombre no significaba gran cosa en Italia. "Mis hombres", dice, "estaban siguiendo en un hotel de Roma a un grupo de árabes sospechosos de espionaje. De repente, en una conversación telefónica interceptada escuché: 'De mí pueden fiarse porque soy el jefe de los servicios secretos italianos'. Me quedé de piedra. Indagué y descubrí que la voz pertenecía a un tal Licio Gelli. Ydescubrí que era sospechoso de trabajar para los servicios secretos húngaros".

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Gelli fue controlado a partir de entonces, lo que no impidió que su personalidad creciera como la espuma, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos del país. En 1980 todo el mundo hablaba de él y de su logia secreta. Fue entonces cuando, según Viviani, el general Santovito, responsable del SISMI, servicio secreto militar, se puso en contacto con él para pedirle que se infiltrara en la P-2 y espiara a Gelli. "Probablemente pensó que yo era la persona más indicada, porque mi firma estaba en el primer informe serio que existía sobre Gelli". Pero cuando se descubre la lista de los 960 afiliados a la P-2 y aparece el nombre de Viviani, nadie mueve un dedo por demostrar que su pertenencia a la organización era una orden. Nunca se le permitió hablar con el entonces ministro de Defensa, Giovanni Spadolini, que había abierto un expediente contra él. "Por todo ello ello me dije que era imposible continuar en un ejército que no respeta a sus componentes". Y abandonó el uniforme.

A la pregunta de si los secretos que revelaría más tarde, por lo cual fue interrogado y detenido, son fruto de una rabieta o de una exigencia de liberarse de ellos, responde: "Nunca he revelado secretos de Estado, ni lo haré por el momento. No es miedo, sino lealtad, y porque podría desencadenar conflictos interna cionales".

Entre las revelaciones más espectaculares de Viviani destaca ron la fuga de una cárcel roman del nazi Herbert Kappler, pro ducto de un acuerdo político; habló de la responsablidad del Mossad (servicio secreto israelí) en el misterioso accidente de un avión militar italiano, el Argo 16 que tres días antes había llevado a su patria a tres terroristas árabes capturados en las cercanía de Roma. Se refirió también al modo en que el Gobierno italiano, para salvaguardar sus intereses petrolíferos, ayudó a Muammar el Gaddafi vendiéndole armas, colaborando en la eliminación de algunos de sus enemigos políticos y organizando los servicios secretos libios.

Alguien ha intentado robar sus secretos y una vez encontró su chalé totalmente revuelto. "Era inútil", dice, "porque están o en mi memoria o ante un notario por si me ocurriera algo algún día...". Añade que siempre que habló lo hizo para "no ser cómplice" en algunas desviaciones de los servicios secretos.

Habla. de la tremenda "soledad" del agente secreto, que no puede confiarse a nadie, ni a la mujer, ni a los hijos, ni a un amigo. "Todos sospechamos de todos", dice. "No consigo hablar por teléfono sin la sensación de estar controlado, o caminar sin notar la presencia de un perseguidor". Para el encuentro con EL PAÍS, prefirió salir a la estación de ferrocarril anterior a Oleggio y acompañar a este corresponsal en coche hasta su chalé. Un agente secreto, y más un jefe -Vivíani lo fue de todo el contraespionaje-, "no puede", explica, "ni hacer tranquilo el amor. No digo que tengas que ser casto, porque serías un desequilibrado, pero cuando te acuestas con una mujer piensas que puede ser o una espía o una enviada por alguien para chantajearte". Y añade con humor: "Además, nunca te sucede como en las películas, que te encuentras con espías guapísimas. A mí siempre me han tocado las feas".

Afirma que en Italia hay unos 4.000 espías profesionales, y cada uno de ellos controla unos 20 informadores. Los contraespías son 4.500. "Es todo un juego", dice, "de policías y ladrones". Antes a los espías cuando eran descubiertos se les eliminaba sin tantos escrúpulos. "Hoy", dice Viviani, "se les prefiere vivos. Se les mete en el cuerpo el miedo de muerte llevándoles a un lugar apartado y peligroso para que canten. A veces basta con sobornarles". El ex espía añade que los servicios de información "nunca torturan materialmente", aunque a veces provocan tal acorralamiento que inducen al suicidio de los espías descubiertos.

El Vaticano posee también un eficiente sistema de espionaje y contraespionaje. "Pero", dice, "nunca colabora con los otros servicios secretos. Entre nosotros, por ejemplo, si se trata de actos criminales existe una colaboración incluso entre sistemas enemigos. En el Vaticano no. Actúa siempre solo. De ahí la dificultad para infiltrarse. Claro que hay también curas a los que se logra corromper, pero es un mundo difícil porque resulta impenetrable y autónomo".

Viviani está convencido que la "de sin formación" es un sustitutivo de las guerras entre naciones o de las viejas peleas a puñetazos en los bares. Se trata de algo "generalizado" en el periodismo. No cree que los periodistas italianos se dejen comprar por dinero, pero sí sabe que está muy extendida la práctica de "influenciar la información a través de la concesión de publicidad a un periódico".

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