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Antonio: "¡Venga, chicos, ánimo! ¡Vamos a ganar!

Luis Gómez

"Fue un día inmenso, el partido más especial de mi vida. Demostraron que son campeones y ganaron el partidoa pesar de todas las circunstancias que sabemos, a pesar de que llevaban 48 horas sin dormir". George Karl había vivido 20 minutos increíbles en los que ninguna razón técnica hubiera podido impedir la victoria (92-71). Los jugadores del Real Madrid desarrollaron, siete horas después de asistir al entierro de Fernando Martín, unos minutos de juego irrepetible, superlativo, anormal. Nadie podía parar a un equipo capaz de alterar las cifras; de la lógica (de perder por 16 a ganar por 25); nadie podía tocar a unos jugadores que corrían y no sudaban, que derramaban lágrimas mientras jugaban. "¡Venga, chicos, ánimo! ¡vamos a ganar!", dijo Antonio cuando entró por sorpresa en el vesturio.

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El Real Madrid había previsto un tratamiento especial para sus jugadores por las circunstancias que rodeaban al encuentro. Quedaron todos a comer y se concentraron en un hotel para tratar de dormir, al menos, la siesta. Luego, se desplazarían también juntos en autobús, no cada uno por su lado como es habitual cuando juegan en casa. Todo previsto para que Antonio Martín no se sintiera solo. Pero Antonio no acudió a la comida, ni al hotel, así que no le esperaban ya.Sin embargo, con un cuarto de hora de retraso, apareció de improviso en el Palacio de Deportes y entró en el vestuario. "¡Varnos, chicos, ánimo!, ¡vamos a ganar!". La plantilla, sorprendida, prorrumpió en un aplauso y quedó en silencio. Tras vestirse, juntaron las manos, y salieron al pasillo, donde se encontraron con la plantilla del equipo de fútbol. Unos a otros se animaron y el equipo saltó al túnel; detrás, el técnico George Karl seguía a sus hom bres caminando con uno de sus hijos de la mano. Poco después los padres del jugador fallecido entraban en el palco. "Si siempre he ido a ver jugar a los dos ¿por qué no voy a ir a ver jugar a mi hijo Antonio?", se preguntó Carmen, la madre. Nadie acertó a responder, era un motivo incontestable.

Tras cumplir con algunos detalles simbólicos, -la camiseta número 10 en el banquillo con varios ramos de flores a sus pies, uno de ellos depositado por el equipo griego-, los jugadores se apretaron en una piña y se aprestaron a cumplir con el partido. La primera canasta la conseguía Antonio Martín y el público quedaba convencido de queiba a asistir a un espectáculo distinto. Antonio Martín terminaría el partido con unas estadísticas extraordinarias: 36 minutos de juego, 18 tantos y 16 rebotes, unos datos increíbles para. quien no sólo no había podido dormir durante las 48 horas previas al partido, sino que apenas había ingerido alimento alguno.

Y tras Antonio Martín, el equipo. Y tras el equipo, el espíritu de Fernando Martín. "¡A estos maricones, primero 10 luego 20!". Esa era la frase preferida del jugador fallecido, la que todos recordaron, la que se repitieron una y otra vez hasta convertirla en realidad. Y, por ello, para ello, entre: gritos, lágrimas, abrazos, diseñaron una segunda parte que difícilmente puede ser repetida por ningún equipo, salvo que se vea sometido a las mismas dolorosas circunstancias por las que han atravesado estos hombres y al misimo recuerdo de un personaje tan peculiar como era Fernando Martín.

La estadística vale de bien poco. La táctica, igualmente. El Madrid no defendió de ningún modo, no atacó según algún canon. Los griegos apenas sirvieron de referencia, humillados y aplastados ante el huracán que se les vino encima. Los jugadores madridistas se encontraron, con el paso del partido, contagiados de una inagotable voracidad. Nadie podía pararles porque estaban empeñados en resucitar un recuerdo. Nadie podía cruzarse en su camino. Por otro lado, Ricardo Delgado, el conductor del coche contra el que se estrelló el de Fernando Martín, había experimentado cierta mejoría. El último parte médico indicaba que evolucionaba satisfactoriamente dentro de la gravedad -sufrió un traumatismo craneal difuso-, mantenía sus constantes vitales, estaba consciente y respiraba de forma espontánea.

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