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El dolor de un príncipe

El Camarón de la Isla no cantará al menos hasta dentro de seis meses, a causa de una enfermedad

Francisco Peregil

El Camarón había soportado durante toda la semana pasada una revisión periódica en la clínica Germans Trials i Pujol y no quería que sus cuatro hijos lo vieran tan débil. El domingo por la tarde, postrado en la cama del hijo de su amigo Candado, en Barcelona, entre fotos de rockeros escuchaba a un pastor alto y fuerte de la Iglesia evangelista.

El pastor acudió, a instancias de la mujer del Camarón, para llevarlo al culto, y el cantante, cuando pudo, le dijo a Isabel, la dueña de la casa: "Estoy muy malito, cierra la puerta y me hago el dormido". Durante los días que ha descansado en esa cama, la pequeña habitación se llenaba hasta la una de la noche de gitanos que venían a rezar por su salud.

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Isabel Pérez, de 49 años, es junto a su marido, José Candado, una de las pocas privilegiadas que ha podido escuchar al Camarón hablar durante horas y horas hasta decir basta. Candado es un ATS que lo conoce desde hace 15 años y le acompaña donde quiera que vaya desde hace cinco. El mes pasado fue con la pareja a Nueva York, donde le diagnosticaron una afección pulmonar. Ahora, el Camarón debía someterse a un tratamiento de rehabilitación, y Candado le dijo: "Ni Isabel se va a asustar por verte en calzoncillos ni yo por ver a la Chispa en camisón, así que mi casa está a tu disposición".

Ocho kilos en seis meses

Isabel, encantada: "El pobre no da lata ninguna. Se siente donde se siente, no se le nota; si le das un poco de sopa se la toma, y si no, ni la pide. Todo le parece bien y todo lo agradece". En los últimos días, a pesar de las pastillas para abrirle el apetito, el Camarón ha comido muy poco". Flaco de por sí, ha perdido ocho kilos en seis meses. No era la primera vez que el cantante dormía allí, y por otra parte, los médicos decían que, como medida psicológica, le beneficiaría no internarse en la clínica.La tarde y noche del sábado permaneció casi todo el tiempo acostado. La Chispa veía imágenes grabadas del culto evangelista donde varios fieles caían de espaldas tras tocarles con las dos manos un pastor en la frente.

-¿Por qué se caen?, le preguntaba Isabel a la Chispa.

-Por la fe que tienen.

-¿Y usted y el Camarón nunca se han caído?

-No, porque no nos hemos atrevido a que nos tocasen. Él me dice a mí: 'Siéntate, que como te levantes, igual te caes. Tiene mucho miedo, eso es lo que le quita fe".

El pastor, en la tarde del domingo, tras más de media hora de tertulia, tuvo que darse por vencido: "José, no me hagas venir otra vez para después no acompañarme al culto".

-Es que estoy muy malinto, decía con un acento gitano que Candado imita a la perfección.

El dolor no se le quita. Lleva sin probar la heroína cuatro años, y cinco meses la coca, pero el enemigo al que se enfrenta ahora parece más pertinaz que la droga. Se le pega al pulmón y se le extiende a los huesos. El tratamiento durará seis meses, durante los cuales no pisará un escenario. Ante las ofertas que le han salido para que actúe en playbac o ruede una película, su mujer se muestra tajante: "Nada de nada" .

Su Chispa es una gitana atractiva -"supe buscarla bien"-, con un lunar cerca del ojo, y uno de esos caracteres fuertes con que nacen algunas personas para soportar sus penas y las de los demás. Ella se apoya en el culto de la Iglesia evangelista, pero él no parece muy convencido. Accede a rezar, a veces con fervor y otras sin gran convencimiento. Parece como si a ratos creyera en la ciencia y a ratos en la religión.

Los amigos preguntan desde Madrid; sus hermanos y los de la mujer, desde Cádiz; todo el mundo quiere que el Camarón se ponga al teléfono y diga que se encuentra mejorcito. Y él, postrado en la cama, sin fuerzas para levantarse, dice que en Santa Coloma, en la casa de su amigo Candado, está más tranquilo. La mujer quiere que vuelva a La Línea con sus hijos. Él responde que apenas tiene fuerza para hacer el viaje. De hecho, llegó a Barcelona para quedarse cuatro días y sólo se decidió a irse a la Línea el pasado miércoles, 17 de junio: 10 días de cama, médicos, billares y paseos cortos a paso lento. Volverá en julio para proseguir el tratamiento.

Durante los días que ha durado esta revisión, para seguir las pautas del tratamiento diagnosticado en la clínica Mayo de Estados Unidos, el dolor en la espalda no se le iba. Quienes fueron con él a Nueva York aseguran que la enfermedad que tiene en el pulmón la provocó el humo del tabaco; pero él, que llegó a fumar hasta cuatro paquetes diarios, no deja de pedir tabaco a los amigos que se le acercan.

Un hombre alegre

Siempre encuentra alguien que le da tabaco, y al menos cuatro pitillos caen todos los días. Al lado de los genios del cante suele haber siempre algún hombre alegre que le gasta bromas y le canta con una pésima voz para contentarlo. Ese hombre era el domingo Bienvenido Navarro, alias Giner, quien llegó después del pastor, y le dijo:-Venga, vístete y vámonos, que hay dos macizas esperándonos.

-Sí, para eso estamos los dos", le decía el cantante.

Reclinado en la cama con unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca, el Camarón parecía la viva imagen de todos los gitanillos clineros y víctimas de la heroína.

-Venga, que tú lo que eres es un niño mimao, con mucho cuento, le decía Giner. En dos meses te curo o te tiro al río. Vámonos con las rubias.

-No me hagas reír, que me duele aquí, decía el Camarón tocándose el costado.

Y al rato le cantaba Giner de forma desastrosa:

-Carcelerooo, carcelerooo.

El genio reía. Ese mismo día por la mañana el Camarón se había levantado renqueando de la cama tras mucho insistirle su mujer en que le vendría bien hacer ejercicio.

El se ducha, se pone una camisa, un chaleco, calcetines azules, pantalones vaqueros con flores, y ya va vestido de príncipe. Las mejores novelas medievales narran que los caballeros se hacen notar sin decir nada estén donde estén, sea desnudos o vestidos, vivos o muertos. El Tomatito cuenta que cuando fue con él a Nueva York la gente, negros y blancos, se volvía en la calle a mirarlo. "No sé si sería por los rasgos tan marcados que tiene en la cara, pero el caso es que todo el mundo se daba cuenta de que por allí pasaba alguien especial", decía el guitarrista que le acompaña habitualmente.

Algo parecido ocurre en Santa Coloma. En ese barrio obrero de Barcelona, plagado de garajes y humo, el Camarón parecía de otro mundo. Va lento, muy lento, hacia el bar Martín, en la esquina, con las manos en los bolsillos y escupiendo suave de vez en cuando. En la mano derecha lleva una pulsera con la imagen de un camarón de oro macizo. Se toma un café y se sienta en un portal.Curro y Giner, sus amigos, le rodean, y las chicas del portal se avisan unas a otras.

-Que sí, que sí, que está ahí, cuchichean entre ellas.

Está, pero no está; sólo de vez en cuando habla. Giner, cuando lo vio le dijo que apagara inmediatamente el cigarro.

-Sí, pero tú bien que traes ahí otro apalancao, decía el Camarón con un tono infantil.

-Lo tiro ahora mismo.

Los dos pitillos, el del Camaron y Giner, cayeron al suelo. Pero al rato pide otro sigarriiito y alguien se lo da alegando que, por una vez.... no pasa nada. Es muy difícil negárselo al ver la cara de pena que pone.

De vuelta a casa, que está a unos 100 metros de donde estuvo sentado, el Camarón se apoyaba en el hombro de Isabel y tuvo que descansar en varias ocasiones para tomar aliento.

Una canción de sus amigos del grupo Pata Negra dice: "Todo lo que me gusta es inmoral, es ilegal o engorda". A él le ocurre algo parecido; pero con todo el dolor de su alma fue renunciando una por una a la heroína, la cocaína y el hachís. Lo que queda después de eso es un niño caprichoso de 42 años con muchas ganas de vivir y de que lo mimen. "Dios quiera que me ponga bien" dice al despedirse.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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