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Reportaje:

Lo 'políticamente correcto' llega a Europa

La moda norteamericana de un idioma sin terminos sexistas o racistas cunde en el Reino Unido

Isabel Ferrer

La prensa regional británica se ha hecho eco recientemente de los apuros de un escritor estadounidense de novelas del Oeste afincado en el país. Sus editores le han rescindido el contrato por utilizar un lenguaje ofensivo. Llamaba indios a los nativos americanos y negros a los afroamericanos. Ambos términos, "políticamente incorrectos", convertían sus libros en ejemplos de las más arraigadas tradiciones de la cultura occidental dominada por el hombre blanco. Surgido en Estados Unidos, los efectos del movimiento que promueve formas de expresión, actitudes y valores "políticamente correctos", empiezan a notarse también en el Reino Unido.Los ejemplos clásicos (persona de color es la que no pertenece a la raza blanca; trabajadora del sexo se prefiere a prostituta o desafío visual a ceguera) han dado paso al control de prácticas sexistas o discriminatorias en escuelas, universidades o empresas.

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Así, las directrices acerca del acoso sexual y racial recién publicadas por la Universidad de Leicester, en el centro de Inglaterra, son cada vez más corrientes en el mundo académico británico. Están dirigidas al profesorado y suelen acompañarse de cursillos para que los docentes sepan cómo actuar en caso de convertirse en testigos o víctimas de dichos incidentes.

"Fuerza policial"

"Es cierto que movimientos como éste ayudan a ser más correctos o delicados con el lenguaje. En el fondo, todo lo que somos aparece en nuestra forma de expresarnos. Pero no creo que su influencia sea tan fuerte aquí como en Estados Unidos. Aún no tenemos a nadie que nos diga cómo debemos hablar o comportarnos. No hay una especie de fuerza policial dedicada a imponer el término adecuado", señala Gordon Campbell, profesor de inglés en la Universidad de Leicester.Sí reconoce, sin embargo, que alguna de sus colegas ha optado por emplear el uso del género femenino sobre el masculino a la hora de dirigirse a sus alumnos. "Lo justifican diciendo que la mayoría de sus estudiantes son mujeres".

La ola de lo políticamente correcto se acerca también a los consejos de redacción de diccionarios tan famosos como el Short Oxford-English Dictionary. "Algunas expresiones pueden tener connotaciones muy ofensivas para ciertas comunidades como la hebrea. Si no se incluyen, el diccionario habrá optado por dictar normas de lenguaje en lugar de describirlo. Una elección que puede ser errónea y perjudicial a la larga", agrega Gordon Campbell.

Otro ejemplo más: en Oxford y Cambridge, las dos universidades más conocidas y respetadas del país, las jóvenes que ultiman su licenciatura se niegan cada vez con más frecuencia a participar en sesiones individuales con sus directores de tesina. No es que crean que exista peligro de acoso sexual. Lo que rechazan es la dominación marcada por el género (masculino en este caso, ya que el docente suele ser un hombre mucho mayor que ellas).

El movimiento en pro de lo políticamente correcto tiene también sus críticos. A base de considerar erróneo cualquier pensamiento u obra emanados de la cultura blanca occidental, pueden desaparecer de colegios y universidades autores esenciales para la comprensión de la evolución humana.

Los versos del poeta británico Philip Larkin fueron suprimidos en 1992 de la lista de libros, obligatorios publicada por el Queen Mary and Westfield College, de la universidad de Londres. La publicación de su correspondencia, donde efectuaba comentarios considerados sexistas y racistas, bastó para excluir su obra poética del departamento de inglés. "Los criterios aplicados para ello fueron políticos y no literarios. De repente, se dudó de la corrección política de su poesía. Algo que me parece inquietante", escribe el politólogo David Morrice en un artículo titulado Los errores filosóficos de lo políticamente correcto.Morrice no sólo considera erróneo que la valía de un texto literario dependa de la identidad o el contexto donde se mueve su autor. "Hay valores universales objetivos y aplaudir o fomentar la diversidad cultural no tiene por qué convertirse en una forma arbitraria de sustituirlos por otros".

Para el autor, fomentar lo políticamente correcto ayuda a restaurar la dignidad de los que han sido tradicionalmente ofendidos o ignorados. "Pero si trata de interferir en el pensamiento o de controlar comportamientos merece una atención mucho más crítica", concluye.

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