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SARAJEVO, EN SU HORA CRÍTICA

"Convertirán nuestra ciudad en un gueto"

Escepticismo en Sarajevo en las horas previas al vencimiento del ultimátum de la Alianza Atlántica

Himzo Hasic, un conductor musulmán en paro, vecino de Sarajevo, se siente al margen del día D, la hora H y de todos los inventos de los periodistas, asegura, para justificar la atención que, hoy sobre todo, despierta su ciudad. En las horas previas al desenlace de la gran incógnita -bombardear o no bombardear-, tomó café en su tugurio habitual y contempló junto a una agonizante estufa cómo el limpio sol naranja se escurría tras la nieve de las montañas. "Lo que ha sucedido en las últimas 24 horas ha acabado de descolocarme. Estoy seguro de que Sarajevo será dividida en zonas étnicas y se convertirá para nosotros en un gueto. No quiero seguir viviendo aquí. Si tengo una oportunidad, me iré a vivir con los esquimales".Hasic se refiere a las multiplicadas declaraciones políticas del viernes y el sábado en las que por ambas partes se aseguraba que el drama de Sarajevo se. acaba. Para los musulmanes de la capital de Bosnia, ajenos como Himzo al gran juego sobre su ciudad a pesar de ser sus grandes perdedores, ayer fue un día más, más soleado que los anteriores y por eso más reconfortante. La radio les traían noticias de ataques probablemente inminentes, pero las calles céntricas lo parecían de verdad tras 11 días sin disparos. En el barrio viejo, la zona exclusivamente musulmana, había más trineos que nunca.

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Eso fue hasta que la noche cayó. Después, se corrió la noticia -falsa- de que se había adelantado el toque de queda. "Yo y mis amigos", asegura Enes, un estudiante musulmán de 20 años, "sentimos algo raro en el aire, diferente de los días anteriores, y miedo". Casi dos años de terror han desatado el reflejo condicionado de guarecerse en cuanto oscurece. Y el reflejo era anoche mucho más agudo.

La radio lleva por el aire el nombre de Akashi. "El señor Akashi es japonés y no puede olvidar Hiroshima y Nagasaki, y odia a los amerivanos. Por eso, su único interés en Bosnia es joder la política americana y su prestigio". Memnum Idiakovic, tan contundente en su juicio, no hace preparativos de ningún tipo a la caída de la tarde. Como Sarajevo es una ciudad cerrada, un Berlín sin muro, Idiakovic está en este "día final" pendiente de un paquete enviado por un familiar desde un barrio serbio. En las zonas serbias, cuyo abastecimiento está protegido por el ejército sitiador, las cosas son mucho más baratas.

Le consta que el paquete, recogido por una organización humanitaria, salió de casa de su hermano hace un par de semanas, pero, dice, tiene que pasar primero por Pale, la capital serbia cerca de Sarajevo, después ir a Belgrado, la capital serbia de verdad, y finalmente, algún día, regresará de nuevo a Sarajevo. Y él cree que el día de llegada podría ser ayer precisamente. El paquete y que no le corten el gas en esta noche fatídica -suele haber suministro entre las doce y las seis de la mañana- son sus dos preocupaciones. "¿Aviano, qué es Aviano?".

Sarajevo, unos seis kilómetros de largo por uno de ancho, dividida por el río Mi1jacka, tiene cinco grandes distritos, dos controlados por los serbios y tres por los musulmanes. En la que. fue capital de la coexistencia y ahora lo es de la intolerancia, se vive a lo largo de fronteras de guerra desde mayo de 1992. Los que habitan zonas serbias no pueden pasar a las musulmanas, y al revés, sean musulmanes, serbios o croatas. De sus aproximadamente 300.000 habitantes, sin contar las poblaciones de su cinturón, unos 170.000 son musulmanes.

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Como lo es Yusuf, de 12 años, fanático del chicle. Hasta él, que merodea con sus compinches en busca de algún marco o caramelos por los alrededores del Holiday Inn, el único hotel que se mantiene más o menos en pie tras dos años de guerra, ha llegado la noticia de que una televisión norteamericana ha traído aparatos Increíbles para difundir al mundo lo que suceda esta noche. Y al vecino edificio de la televisión van corriendo Yusuf y sus dos amigos serbios.

Y allí intentan en vano que les dejen ver unos aparatos que, les han contado, permitirán televisar cómo es un ataque nocturno de los cazabombarderos de la OTAN. Es un equipo de filmación infrarroja traído por el periodista Peter Arnett, la estrella de las guerras de la cadena de noticias CNN, con el permiso especial del Pentágono, según dicen las fuentes informadas.

Con él se podrá ver Sarajevo por televisión, llegado el caso, como se vio Bagdad hace dos años. Y quizá en los intermedios haya anuncios de chicle. Era la noche de Yusuf.

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