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HB no perdona haberse quedado sin la alcaldía

"Sólo me preocupa mi pueblo. Y por eso me he enfrentado al mundo de HB, que tiene aquí muchísima fuerza e intenta convertir Hernani en un foco de iniciativas de sabotaje, para los alrededores. No estoy dispuesto a consentirlo". Así se manifestaba José Antonio Rekondo (EA), de 39 anos y alcalde de Hernani desde 1991, en un reportaje publicado el pasado domingo por EL PAIS SEMANAL. Rekondo, a quien los radicales califican de "subnormal" y "animador de las burradas de la Ertzaintza", no quiere ser un mártir, pero no está dispuesto a rendirse pese a que, según se reflejaba en esa información, hasta sus hijos pequeños han escuchado ya las condenas a muerte proferidas contra él por encapuchados agolpados a la puerta de su casa.

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Una treintena de encapuchados intenta linchar al alcalde de Hernani en su despacho municipal

Y es que HB nunca ha perdonado a Rekondo que, gracias a un pacto con el PNV y el PSE-EE, les arrebatara la alcaldía de su feudo. En efecto, Hernani, que cuenta con 18.500 habitantes, es la localidad vasca más grande en la que HB consigue sistemáticamente ser la fuerza política más votada (cerca del 40% del electorado). No es de extrañar, pues, que en ella, a diez minutos de San Sebastián, se encuentre la redacción del diario Egin, las sedes de Jarra¡ (las violentas juventudes de KAS) y las Gestoras Proamnistía e incluso la residencia de muchos dirigentes de la. izquierda abertzale.

Violencia constante

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La constitución del actual equipo gubernamental, en mayo de 1995, convirtió el salón de plenos del Ayunta miento en una batalla campal organizada por un grupo de simpatizantes de HB, que abucheó e insultó a los ediles de los otros partidos (EA, con cuatro; el PSE-EE, con tres, y el PNY, con uno, aliados, su peraban los siete de HB). Rekondo, cuya toma de pose sión hubo de ser suspendida, comprobó entonces que la nueva legislatura iba a seguir marcada por el azote de la violencia. Pero no sólo él mismo es víctima periódica de los golpes y los insultos. En junio, apenas un mes después del hecho relatado, José Morcillo, José Ramón Chica y Pablo Peñacoba, los tres concejales socialistas, fueron brutalmente atacados por una veintena de jóvenes ninguno de los cuales rebasaba los 20 años y que fueron definidos por Morcillo como "perros salvajes con ojos de odio".

Desde entonces, de forma regular, los incidentes se suceden. Unas veces, contra las personas, como cuando una mujer terminó en el hospital porque pretendió ayudar a un ertzaina que estaba acorralado por radicales. Otras, contra las empresas, como cuando en septiembre fue quemada con cócteles mólotov la sucursal de la Caja Laboral. El caso es imponer el terror.

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