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"Clinton se bajó los pantalones"

El Supremo de EE UU estudia hoy las supuestas veleidades sexuales del presidente con Paula Jones

Nunca el Tribunal Supremo de Estados Unidos había tenido que reunirse para estudiar algo semejante al llamado "caso William Jefferson Clinton versus Paula Corbin Jones". Y es que, a partir de hoy, el Supremo se reúne para dilucidar si debe o no tramitarse la demanda por acoso sexual presentada por Paula Jones contra el hombre que el próximo día 20 jurará por segunda vez el cargo de presidente de la nación más poderosa del planeta. La denunciante asegura que en 1991 el entonces gobernador de Arkansas la hizo subir a la habitación de un hotel, se bajó los pantalones y le pidió que le hiciera una felación.¿Debe el presidente ser protegido durante el ejercicio de su cargo frente a este tipo de demandas? Bob Bennet, el abogado de Clinton, sostendrá ante los jueces del Supremo que así debe ser. Bennet dirá que su cliente no está pidiendo que se entierre el caso" sino tan sólo que no se tramite mientras está en la Casa Blanca, que se le conceda una "inmunidad temporal". Cuando en el año 2001 vuelva a convertirse en un ciudadano ordinario estará dispuesto a oponerse directamente a. las acusaciones de Paula Jones. Entretanto, Clinton no piensa dejar que este litigio le distraiga de sus obligaciones al frente del Ejecutivo. "Yo", declaró el viernes, "voy a seguir haciendo mi trabajo".

Numerosos juristas, editorialistas y políticos sostienen la posición de Bennet. Piensan que permitir que el presidente se vea obligado a responder ante los tribunales a este tipo de demandas puede convertir la Casa Blanca en un imán para todo tipo de acusaciones provocadas por razones de venganza personal, enemistad política o búsqueda de publicidad y dinero.

Por el contrario, Joseph Cammarata, el abogado de Jones, sostendrá que si se dejan pasar cuatro años cabe el riesgo de que desaparezcan los testigos, se borren las pruebas o flaqueen las memorias. El presidente, insistirá, no puede estar por encima de la ley.

Jones, que en la actualidad tiene 30 años y vive con su esposo en California, reclama a Clinton 700.000 dólares (91 millones de pesetas) en concepto de indermnización. Asegura que en la tarde del 8 de mayo de 1991, siendo Clinton gobernador de Arkansas y ella una empleada de ese Estado, fue sometida a una experiencia humillante de la que nunca podrá recuperarse. Jones trabajaba en la recepción de una conferencia organizada por el Estado de Arkansas que se celebraba en el hotel Excelsior de Little Rock cuando un policía le transmitió una invitación del gobernador para subir a su suite. Tras mucho dudar, decidió, aceptarla. Deseaba que el gobernador le consiguiera un trabajo mejor.

Una vez en la suite, Clinton, según el testimonio de la denunciante, le dijo que era un buen amigo, del jefe directo de Jones, la piropeó calurosamente y comenzó a manosearla. "Nunca olvidaré su aspecto", dice Jones. "Su cara estaba roja, del color de la remolacha". La mujer añade que empujó al gobernador y que entonces él se sentó en un sofá, se bajó los pantalones y dijo: "Bésala". Ella replicó: ''No soy de esa clase de chicas". El se subió los pantalones y concluyó: "Bueno, no quiero obligarte a hacer algo que no quieres".

Paula Jones apoya su denuncia en dos pilares. El primero es el testimonio de dos amigas suyas que afirman que ella les contó la historia en esos términos; el segundo es que asegura haber tenido tiempo de apercibirse de "una característica particular" de los órganos sexuales del presidente. Su abogado solicita una prueba pericial al respecto.

En contra de Clinton juega su merecida reputación de haber sido Un gran mujeriego, casi tanto como su admirado John F. Kennedy, y el interés que este caso despierta en los medios de comunicación, y no sólo en los sensacionalistas. The Wall Street Journal ha publicado extractos de la denuncia de Jones en sus páginas editoriales; The Washington Post la ha contado hasta la fecha en 224 artículos, y The New York Times, en 125.

Jones tiene en su debe una imagen de aventurera sentimental -su cuñado, Mark Brown, afirmó en mayo de 1994 que le gustaba posar desnuda para fotógrafos aficionados y que salía con frecuencia a ligar con hombres en los bares de Little Rock- y de pesetera -su hermana Charlotte la calificó en la misma fecha de "buscadora de oro"-. Tampoco le favorece el que contara por primera vez su historia en una reunión organizada en 1994 en Washington por la Conferencia de Acción Política Conservadora.

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