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Tribuna
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Eastwood a medio gas

La última película trajo algo de expectación a una ceremonia de clausura de la que, en consonancia con la medianía dominante en la programación, nadie esperaba mucho. Para colmar la sensación de apatía, Clint Eastwood, su director y protagonista, anunció días atrás que le era imposible acudir a presentarla, poniendo como excusa que está enfrascado en un nuevo "trabajo inaplazable".Quizá la excusa es sincera, pero vista Absolute power uno se inclina a sospechar que a ese nuevo "trabajo inaplazable", hay que añadir un probable poco convencimiento de Eastwood de acierto de esta su última película, de la que está sacando mucho dinero pero poco buen cine que añadir a su escalada hacia los intocables de su oficio.

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Absolute power se ve mejor que bien, está realizada con envidiable profesionalidad, divierte y crea tensión, pero está llena de bandazos, es muy irregular e incluso en ocasiones resulta deficiente. La historia es un thriller que tiene un arranque magnífico, muy original, pero hay veces que el exceso de brillantez de un comienzo de película pesa negativamente sobre su desarollo y disminuye su alcance. Este es uno de esos casos y no es ajeno a él el guión del gran William Goldman, que obedece mal la ley del progreso de la emoción y a medida que avanza se desinfla como un globo pinchado. Las expectativas creadas por la primera mitad de la intriga son tan apetitosas que la segunda mitad sabe a poco y uno se arruga cuando más tenso debiera encontrarse.Sin riesgo

Da la impresión de que otro tanto le ocurre al propio Eastwood que, si hace una interpretación coherente de principio a fin, en la dirección incurre en cambio en irregularidades muy acusadas, enlazando escenas estupendas con escenas huecas, algunas soluciones magistrales con otras desganadas. Carece de la densidad del gran cine de Eastwood. Inicialmente da la impresión de ser arriesgada, pero luego el riesgo va desvaneciéndose y se convierte en entretenimiento de puro consumo, resultón y sin el más mínimo riesgo.

Es la peor película de Eastwood en mucho tiempo, aunque tiene momentos -por ejemplo, el baile de Gene Hackman con su secretaria, entre otros- de los de quitarse el sombrero. Pero se trata de momentos, sólo de momentos, y no de una construcción temporal sostenida. Si a esto añadimos que Hackinan no se cree en absoluto lo que está haciendo y que el desenlace es (de tan apresurado y lineal) casi taquigráfico, la palabra decepcionante se abre paso por sí sola como rasgo definidor de la película, que es de las que despiertan el hambre y para calmarla dan un buñuelo de viento.

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