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Pensar la pintura

Con la muerte de Roy Lichtenstein, a los 73 años, no sólo desaparece una de las primeras y mas significativas figuras del arte pop, sino su mejor epítome intelectual. En efecto, contra lo que se suele suponer, en relación a sus iconos característicos, elaborados a partir de las populares tiras de los tebeos, Lichtenstein ha sido quizá uno de los artistas más complejos y sofisticados del arte americano de las últimas décadas. En primer lugar, no usó las tiras de dibujos de los tebeos sólo por razones de su amplia repercusión popular, sino por su elaboradísimo sentido sintético, lo cual permitía una reflexión artística más distante y rigurosa. Era como darle la vuelta al expresionismo abstracto, que buscaba la verdad del arte en el primigenio desahogo emocional del gesto, pero, en el caso de Lichtenstein, poniendo el origen en el acto intelectual de pensar la pintura.

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En este sentido, la genealogía artística de Lichtenstein tiene que ver con la gran tradición moderna iniciada por Ingres y continuada, entre otros, por Degas y Matisse. Esto es algo que se fue poniendo en evidencia según evolucionó Lichtenstein después de los años sesenta, tras su deslumbrante y polémica exposición individual en la galería de Leo Castelli, de Nueva, York, en 1962, una muestra que le dio fama universal y también que fijó estereotipadamente el sentido de su pintura.

El dibujo

De hecho, tras la experiencia con las imágenes de los tebeos, Lichtenstein comenzó a trabajar a partir de aprovechar obras maestras del arte del pasado y del presente, y, sobre todo, fue dando cada vez más importancia, o, quizás, mejor, haciendo cada vez más explícito, el papel fundamental que concedía al dibujo, junto con la escultura, el asunto en el que se centró de forma más obsesiva en los últimos años. Todo esto refleja de qué manera Lichtenstein llevó hasta el extremo la labor de análisis de la imagen y de los elementos estructurales de su construcción pictórica, lo cual esconde un nivel de exigencia formal y estética únicos.

Estoy convencido de que, en el futuro, Lichtenstein será recordado fundamentalmente por su aportación a definir de una forma más diáfana la tradición artística de lo que ha sido la imagen en el arte occidental, mucho más que por la anécdota de alguna de las imágenes que le hicieron en sus comienzos un artista de enorme éxito popular.

Con la muerte de Warhol en el 87, y ésta de Lichtenstein, el único de los grandes representantes del pop americano superviviente es Claes Oldenburg.

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