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La riada tóxica arrasa grandes extensiones en torno a Doñana

Los diques protegieron el parque, pero se perdieron 5.000 hectáreas de cultivo

El Parque Nacional de Doñana se salvó ayer de ser pasto de la riada de unos cinco millones de metros cúbicos de agua ácida procedentes de la rotura de la presa de mineral de Aznalcóllar (Sevilla). Los diques improvisados a toda velocidad para impedir que la larga lengua contaminante penetrara en la zona de mayor valor ecológico del coto desviaron la amenaza y evitaron la peor catástrofe imaginable. Pero casi 5.000 hectáreas de cultivos (arrozales, algodón, girasol, cítricos y frutales) han quedado arrasadas. La ola contaminante anegó una amplia franja -de unos 200 metros de ancho y 20 kilómetros de largo, por el cauce del Guadiamar- del llamado parque natural, de menor protección ecológica que el nacional. Cientos de carpas muertas en las orillas, sobre el lodo negro, mostraban ayer el efecto devastador del vertido, en un lugar de alimentación y cría de muchas especies, condenadas ahora a dos tipos de muerte: una rápida, por asfixia, y otra lenta, «silenciosa», según Greenpeace, que llega por acumulación de metales tóxicos en el organismo. Además, los conservacionistas afirman que la salvación del corazón de Doñana mediante el desvío del agua ácida al Guadalquivir «destrozará el ecosistema y los recursos pesqueros». Agricultores, jornaleros y pescadores de las zonas afectadas han expresado su malestar por ese desvío, realizado a través de un verdadero laberinto de canales, flujos y mareas: «Se ha pensado más en los patos que en las personas». La zona dañada necesitará mucho tiempo de recuperación ecológica y económica.

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