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La tremenda explosión sacudió el 'campus' universitario y se oyó en toda la ciudad

Pedro Gorospe

Javier Rojo, senador y compañero político inseparable del parlamentario asesinado por ETA, Fernando Buesa, se echó a llorar nada más tener la confirmación de que el cuerpo que yacía bajo una sábana blanca era el de su amigo. "No puede ser, no puede ser Fernando", decía mientras se abrazaba a sus compañeros. Rojo cruzó el cordón policial del escenario del atentado y un agente le hizo el gesto de "sí" con la cabeza. Otros ertzainas le impidieron acercarse a ver los restos destrozados de Buesa. La tremenda explosión sacudió las aulas del campus universitario y se oyó en toda la ciudad.

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El policía que llegó justo ocho minutos después del atentado se sentó en una escalera durante unos minutos para digerir el espectáculo. El parlamentario socialista había muerto en el acto, "pero el escolta, un joven, todavía respiraba, estaba destrozado pero respiraba". Rojo apenas si pudo escuchar el relato del agente. Se volvió hacia su compañera de partido, Teresa Rodriguez Barahona, y le abrazó. Había venido mascullando la posibilidad de que la víctima del atentado que se escuchó desde el centro de Vitoria podía ser él, y explotó en un largo llanto. Lágrimas que ayer cayeron incluso cuando no se conocía la identidad de los fallecidos. Junto a la columna de humo, los coches en llamas y los dos cadáveres, había una multitud de jóvenes que por primera vez en su vida veían un atentado, y lo hacían en tiempo de clase. "Nos han saltado los cristales encima, pensabamos que se nos caía el techo, y cuando hemos salido nos hemos encontrado esto... Es impresionante, no lo voy a olvidar nunca", decía una estudiante.

Los primeros rumores apuntaron a que las víctimas eran una mujer y una niña que paseaban casualmente por el campus. Luego cobró fuerza el de un político alavés, Fernando Buesa. Mientras tanto dos mujeres del servicio de limpieza del instituto Federico Baraibar intentaban tranquilizar a dos chicas: "Es que parecía el fin del mundo, ha sido una explosión terrible", justificaban. Una explosión que sacudió a la sala de prensa de la Presidencia, justo en el momento en el que el portavoz, Josu Jon Imaz, atendía a los medios de comunicación. Imaz se echó las manos a la cabeza cuando ETA hizo explosionar la furgoneta bomba. Poco después llegó al lugar de los hechos para condenar tajantemente las acciones de los terroristas.

Para entonces ya habían pasado las escenas de terror de los estudiantes que vieron como se venían abajo los cristales de sus centros, y comenzaron las de dolor de conocidos y compañeros de Buesa.

Su hermano Jon Buesa, miembro de la ejecutiva provincial del PNV, declaró nada más conocer su muerte: "Fernando no tenía miedo, ha sido asesinado precisamente por eso y por defender sus ideas". Jon calificó a su hermano como una gran persona que "hacía siempre los mismos itinerarios, y a veces se escapaba incluso a los escoltas para comprar el periódico, por ejemplo".

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En el mismo escenario del doble asesinato, el número dos de los populares vascos, Carmelo Barrio, declaró que "hoy nos han matado un poco a todos, es un día terrible para la democracia".

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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