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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

El PSOE apuesta por abrir una dinámica de paz con el referente del Pacto de Ajuria Enea

Los socialistas siguen pautas similares a las de 1987 para recuperar la unidad contra ETA

La recuperación de la unidad de los partidos democráticos contra el terrorismo, además de ser una condición necesaria para acabar con ETA, requiere también un proceso muy complicado de ingeniería política. Este análisis, compartido por el Gobierno y el PSOE, tendrá ocasión de ponerse a prueba esta semana en la ronda que el ministro del Interior, Jaime Mayor, inicia con todos los partidos democráticos, incluido el PNV, sobre la política antiterrorista. El Gobierno es totalmente escéptico sobre su alcance, pero el PSOE cree que puede iniciar una nueva dinámica de consecuencias desconocidas.

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La nueva dirección socialista ha apostado decididamente por recuperar la unidad democrática contra el terrorismo, desarbolada desde la ruptura del Pacto de Ajuria Enea en marzo de 1998, tras la apuesta del PNV por el frente nacionalista, que cristalizó en el Pacto de Lizarra en septiembre del mismo año. El PSOE está convencido de que es el único camino para cimentar el fin del terrorismo vasco y ve reafirmada su posición en la de un líder crítico del PNV como Joseba Arregi, portavoz del Gobierno vasco con José Antonio Ardanza, que ha asegurado que la unidad de los demócratas contra ETA es la fórmula que más daño ha hecho a la banda en su historia.La apuesta socialista, con su gran carga de voluntarismo y riesgo político, trata de estimular al sector del PNV partidario del abandono del Pacto de Lizarra para que imponga su política en su partido y facilite su acercamiento al resto de fuerzas democráticas. El resultado de la apuesta es incierto, pero el nuevo equipo socialista tiene como referente la gestación del Pacto de Madrid, en noviembre de 1987, y del Pacto de Ajuria Enea, en enero de 1988. La clave de aquel pacto fue precisamente lo que hoy pretenden los socialistas: la fijación de una línea divisoria entre quienes apoyan a la democracia y quienes respaldan la violencia.

Aquel fue un pacto de muy difícil gestación y sus conversaciones empezaron, como ahora, durante una gran ofensiva terrorista. ETA acababa de cometer la mayor matanza de su historia, una veintena de muertos en el Hipercor de Barcelona, en junio de 1987.

La iniciativa que culminó en el Pacto de Madrid y de Ajuria Enea partió del PSOE, de un documento que el entonces secretario general del PSE, Txiki Benegas, entregó a los partidos en julio de 1987. Eran las bases de un pacto de los demócratas contra la violencia. El PSOE estudia ahora también la elaboración de un documento que sirva de base para la unidad de los partidos democráticos.

El documento socialista abrió una doble dinámica: generó una ronda de contactos entre los partidos parlamentarios nacionales y echó las bases para que en Euskadi sucediera lo mismo. Los socialistas tratan también de estimular ahora esa doble dinámica.

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En septiembre de 1987, el lehendakari, José Antonio Ardanza, en el debate de política general en el Parlamento vasco se ofrece a liderar el diálogo e introduce una clave que lo facilitará con los partidos no nacionalistas: no comparte con ETA ni los medios ni sus fines. Es una declaración que choca frontalmente con lo que es el espíritu de frente nacionalista que encarna el Pacto de Lizarra.

Aquella declaracion abrió un diálogo entre los partidos vascos que inició Ardanza en octubre. Convocó a todos, incluido HB. Pero el brazo político de ETA abandonó, tras la primera reunión, porque la base del diálogo era el rechazo a la violencia. Esta semana, Arnaldo Otegi ya ha anunciado su desmarque de un diálogo cuya base sea el rechazo a la violencia. Igual que hizo HB hace 13 años.

El debate fue muy complicado y similar al que hoy se plantea: los partidos nacionalistas democráticos intentaban vincular sus exigencias territoriales con la paz y los no nacionalistas lo separaban. El proceso tuvo altibajos en noviembre y diciembre.

Dos factores lo estimularon: el acuerdo alcanzado por los partidos democráticos en Madrid, con la participación del PNV, y su apoyo de antemano a lo que se acordara en Euskadi así como el impacto social del tremendo atentado de Zaragoza, en diciembre, con 11 muertos, entre ellos cinco niñas. La reuniones se aceleraron en diciembre y en enero, con una encerrona los días 11 y 12 en que se cerró el acuerdo.

El lehendakari logró el acuerdo sobre un documento cuyo base era el rechazo a la violencia, con lo que satisfacía a los no nacionalistas, pero también concedía a los nacionalistas la necesidad de completar el autogobierno, eso sí, en base a las instituciones autonómicas. Algo que se aparta de las actuales propuestas soberanistas de Ibarretxe.

Sin embargo, hubo dos factores claves en el proceso, inexistentes hoy: la firmeza de Ardanza y la dinámica de confianza que generó entre partidos nacionalistas y no nacionalistas, tan enfrentados como ahora. Hubo una complicidad entre el lehendakari y el PSOE que éste trata ahora de reproducir, sin éxito por el momento.

El Gobierno coincide con el PSOE en que una fórmula similar a la de Ajuria Enea y del Pacto de Madrid es clave para poner las bases políticas del fin del terrorismo, pero no cree que ahora se den las condiciones. El Ejecutivo está convencido de que el PNV sólo abandonará Lizarra si sufre una derrota en las urnas.

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