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ARCO 2001
Columna
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En torno a la insularidad

El público acude a la cita de Arco buscando novedades. Pregunta con avidez dónde están las sorpresas, por lo que el mercado, como es lógico, debe presentar obras innovadoras, esforzándose por mostrar, como en el circo, lo nunca visto con el fin de sorprender al visitante curioso. Este afán por complacer la demanda conduce a la selección y presentación de unas obras ingeniosas, raras o estrambóticas que pretenden provocar o sorprender, pero, por otra parte, en una feria debe de haber comercio y las obras expuestas, para que sean un éxito, se tienen que vender. Esta última premisa obliga a frenar la rareza y a sofocar la provocación, de tal manera que la mayoría de las obras no pasan de ser intentos timoratos, cuando no meras caricaturas de lo que pretendían llegar a ser.

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Este fenómeno ha sido tan evidente en ferias anteriores que, para solucionar la tendencia comercialista de las galerías y para superar el convencionalismo y la ramplonería que marcan a lo que se exhibe, se ha hecho necesario crear secciones temáticas en las que participan galerías y artistas fuera de un aparente interés comercial. Estas secciones son Cutting Edge, dedicada a mostrar artistas que entrañan un supuesto riesgo, y Proyect Rooms, de la que me ocuparé a continuación. En ambas secciones unos comisarios, ajenos al mundo del negocio, eligen galerías, artistas y proyectos determinados. Proyect Rooms, como anuncia su título (necesariamente enunciado en inglés), se trata de la puesta en obra de proyectos alrededor de un tema (este año ha sido la insularidad) pensados para ocupar unas habitaciones concretas, primando en ellos el carácter de originalidad y rareza, a la vez que la juventud de los artistas participantes.

Sin duda alguna, esta sección es una de las atracciones del certamen, frente a las adocenadas y convencionales propuestas de las galerías; sin embargo, en términos absolutos se trata de algo que no termina de cuajar como escaparate de innovación, ni mucho menos que desvele las tendencias creativas del arte actual.

De los 32 proyectos que se han seleccionado y realizado este año, no más de media docena merecen la pena ser considerados, la mayoría son videoinstalaciones de una pretenciosidad no correspondida con los contenidos ni con el montaje, otras son meros puestos de feria en los que se han colgado las obras, como en cualquier cubículo comercial, aunque, tal vez, la diferencia está en un cierto desaliñamiento, que cualquier galería, por modesta que sea, logra evitar con éxito.

Entre las más significativas podemos mencionar la obra de Daniele Buetti, una especie de caseta de feria, ejecutada con listones de madera y cartón, presidida por figuras de dibujos animados, en cuyo interior se puede contemplar un vídeo sin mayor interés, entre una densa humareda. Se trata, sin duda, de la horma del zapato de la situación que describo. Un tenderete provisorio y cutre para mostrar lo insulso.

No es casual el recurso a los temas de la subcultura de lo cotidiano, como hace el taiwanés Tung-Lu Hung, que utiliza imágenes del cómic en tres dimensiones, ni el recurso al vídeo doméstico, en que caen varios artistas que realizan obras en las que aflora lo más deleznable de la vida actual, como tampoco es casual la caricatura de un karaoke, mostrando la excitación de enloquecidas masas femeninas, en la obra del japonés Hiroyuki Matsukage.

Entre las piezas interesantes, podemos señalar el sobrio trabajo de María Zárraga, mostrando unas imágenes de muros sobre tres paneles de vidrio; la instalación de la cubana Marta María Pérez Bravo, con unas fotos muy sutiles enfrentadas a un gran plato; o la instalación del brasileño José Damasceno, llena de color vivo que consigue utilizando masas de plastilina.

Entre los muy pocos que han respondido con éxito al reto del tema impuesto por los comisarios, que era la insularidad, están Néstor Torres, que crea una floresta con plantas reales rodeada por fotomontajes de temas isleños, y Rogelio López Cuenca, con una instalación fotográfica y videográfica en torno al mito de la isla de Al Andalus. Los demás proyectos se debaten entre el anacoluto y la anécdota.

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