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Savall confronta a Haydn y De Victoria en su concierto en Cuenca

Los encantos del Viernes Santo son una de las escenas más hechizantes de la ópera Parsifal, de Wagner. Los encantos del Viernes Santo, en la 40ª Edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, vinieron de una inteligente confrontación entre Franz Joseph Haydn y Tomás Luis de Victoria, de la mano de Jordi Savall, con sus grupos Le Concert des Nations y La Capella Reial de Catalunya. Las siete palabras de Cristo en la Cruz, esa obra maestra de Haydn fruto de un encargo de Cádiz, donde Savall la dirigió un par de días antes que en Cuenca, fue arropada por varios maravillosos motetes de Tomás Luis de Victoria -qué profundidad en la sencillez, la del abulense- y por un Adoramus te, anónimo del siglo XV, que sirvió de enlace natural en la convivencia entre dos genios de la música.

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Jordi Savall no se desprende de un aire didáctico, de vivir la música como comunicación con su actitud de guru o profesor de universidad alternativa. Savall, por encima de todo, explica. Y siente también una complicidad determinante con lo que le rodea. Con las calles de Cuenca llenas de procesiones de Viernes Santo, desde la de las Turbas en la madrugada hasta la recuperación del silencio en la del Santo Entierro. Venía Savall de Cádiz y, impresionado, abrió el concierto con una marcha de Haydn aderezada con los ecos de la Semana Santa andaluza. Los puristas pondrán el grito en el cielo, allá ellos. Savall busca con ansia la comunicación entre lo antiguo y lo moderno, para resaltar que son lo mismo.

Vitalidad y humildad

Se escuchó a Haydn junto a Victoria en temas de Viernes Santo, y el primero parecía hasta alegre en su vitalidad frente a la humildad trascendental del español. La Capella Reial de Catalunya estuvo sensacional, ya desde la cuerda de contratenores y especialmente en el empaste y equilibrio sonoro. El acompañamiento de dos fagotes y un contrabajo fue de una enorme contención y musicalidad en su austeridad. En Haydn se impuso la sonoridad de los instrumentos originales. Savall no forzó el contraste, ni siquiera en el terremoto final. La lectura alcanzó sus momentos más brillantes en los movimientos (o sonatas, que diría el propio compositor) cuarto y quinto. Fue, en cualquier caso, una versión sobria, convencida, como si la interpretación no importase frente a la hermosura de la música. Savall cree enormemente en esta música. Prueba de ello es que la lleva al próximoFestival de Música Antigua de Salzburgo. En Cuenca, las citas de los evangelios con las palabras de Cristo entre los diferentes movimientos fueron expuestas a través de una cinta grabada. La ausencia de un narrador en vivo introdujo una distancia emocional.

Mucha gente joven en Cuenca, no sé si por el carisma de Savall o por el nuevo estilo de la Semana de Música Religiosa. Tal vez por las dos cosas. Savall, con su bufanda roja, salió a saludar una y otra vez. Y en la calle, las procesiones continuaban.

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