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Reportaje:

Tres versiones para el regicidio de Nepal

Un profesor español en Katmandú cuenta la creencia popular de que el Gobierno corrupto es culpable

Un crimen pasional, un accidente o un turbio compló político. Son las tres versiones que se manejan de una historia de final incierto que se desarrolla en Nepal, un país pobre, políticamente inestable y en el que desde hace cinco años opera una guerrilla maoísta que lucha por acabar con la monarquía.

Un nuevo testimonio publicado ayer por The Washington Post apoya la primera versión: en 15 minutos, el príncipe Dipendra, de 29 años, heredero de la corona nepalí, acabó a tiros con la vida de su padre, el rey Birendra, y la de otros nueve miembros de su familia. Así lo relata un pariente de uno de los testigos del baño de sangre palaciego, el pasado viernes, que describe 'el rostro atónito del rey' mientras veía aproximarse en silencio a su hijo, M-16 en ristre, con un rostro 'sin expresión'. Aunque no confirma que el móvil fuera la negativa del rey a autorizar su boda.

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Sin embargo, la calle no se cree ni esa versión ni la de un accidente fatal desatado al dispararse el arma.'Hay una cuestión de fondo', señala Carlos Alba, profesor de español en la Universidad de Katmandú. 'El pueblo ha venido pidiendo la dimisión del Gobierno que ha regido el país estos cinco años con manifestaciones y huelgas generales'. El motivo, la corrupción de unos ministros que se han estado embolsando, según Alba, la ayuda internacional de la que el país depende 'en un 85%' para subsistir. Por eso, a muchos les resulta creíble que 'el Gobierno esté implicado en el asunto, para salvarse de ser destituido por un rey presionado por la gente'.

El magnicidio y la subida al trono de Gyanendra, hermano del rey asesinado, han hecho patente la brecha entre la tradición y la democracia que existe en la sociedad nepalí. 'Hay quienes aceptan ciegamente al nuevo rey como reencarnación del dios Vishnú, y quienes no quieren que les implante sin aclarar el asesinato del anterior y sin consenso', señala Alba.

Entre ellos están los estudiantes, que han vivido la apertura a la que se vio abocado Birendra en 1990, cuando las protestas le obligaron a transformar la monarquía absoluta en constitucional. Ahora se teme una involución.

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Y la amenaza puede estar justificada. La policía nepalí detuvo ayer al director de uno de los periódicos más importantes del país después de publicar un artículo crítico con el nuevo rey. Las circunstancias del magnicidio siguen ocultas por el muro de hermetismo de palacio, la falta de un estudio forense, al incinerarse los cuerpos antes de las 24 horas, y la prohibición consitucional de investigar los actos reales. Mientras, señala Alba, 'la guerrilla amenaza con un ejército que ha bajado de la montaña al valle de Katmandú'.

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