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LA OFENSIVA TERRORISTA
Columna
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Paso a la política

Josep Ramoneda

La centralidad que Ibarretxe ha otorgado al Parlamento vasco al definir sus líneas de trabajo para la legislatura que ahora empieza es lo más destacado de un discurso que, por una vez, se ha alejado del tono entre burocrático y melancólico que acostumbra a caracterizar la oratoria del lehendakari. Ibarretxe, por fin, parece decidido a optar por la política. Y la política se hace en el Parlamento. Es una buena noticia, después del preocupante letargo en que estaba la política vasca desde las elecciones. Los resultados del 13 de mayo habían dejado muda la escena política vasca. Ibarretxe parecía cómodo en cierto estado de vida contemplativa, la oposición no recuperaba el habla desde la decepción electoral y el Gobierno del PP daba la sensación de querer olvidar el mal trance vasco mirando a otra parte. El panorama resultaba preocupante porque da la impresión de que ETA está en uno de sus peores momentos, tanto desde el punto de vista político y social, como desde el punto de vista operativo. Y se hacía apremiante una pregunta: ¿la pasividad del PNV y el pasmo en que ha quedado sumido el PP van a permitir, otra vez, que ETA se recupere y vuelva a tener la iniciativa política? El discurso de investidura de Ibarretxe parece romper esta inercia. Y en este sentido ha sido una positiva sorpresa.

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Por una vez no puede decirse que el discurso de Ibarretxe haya sido reiterativo. Ni siquiera ha buscado vías de escape como la de apuntarse a algún foro de diálogo extraparlamentario, de éstos que son muy gratificantes para los egos de quienes los promueven, pero que de poco sirven en momentos de urgencias políticas. El lugar propio del debate político es el Parlamento. Y éste debe ser el foro de la política de lucha contra la violencia. Así lo ha propuesto Ibarretxe. Su propuesta ha venido acompañada de la insistencia en el cumplimiento y desarrollo del Estatuto y de un firme compromiso sobre la actuación de la Ertzaina en la lucha contra ETA y contra la violencia callejera. Un Ibarretxe decidido, con calendario y propuestas en la mano. A este hombre nos lo han cambiado.

Evidentemente, no han faltado ni las cláusulas propias del estilo personal del lehendakari ni las apelaciones a las constantes ideológicas fundamentales de su partido. En la línea de la querencia natural de Ibarretxe por la moralina, que demasiadas veces le ha servido para apartarse de las cuestiones principales, está la propuesta de que la Cámara apruebe un manifiesto ético de carácter institucional, respecto a los derechos humanos y las libertades. ¿De verdad que es necesario un manifiesto para decir algo tan viejo como no matarás y no negarás a los demás los derechos y libertades que quieres para ti? En otros discursos del lehendakari este apartado habría sonado a concesión a la impotencia. Pero, en una ocasión en que ha aparecido decidido y dispuesto a encarar de frente los problemas, era perfectamente prescindible. Es cuestión de carácter.

Del fondo ideológico de la familia nacionalista, Ibarretxe ha insistido en el eterno sonsonete del ámbito de decisión vasco. Un tema sobre el que es exigible que se empiece a concretar: ¿qué significa? ¿a dónde quiere llevar? ¿cuál es la mayoría que se considera determinante? Los globos ideológicos en momentos en que la prioridad debe ser acabar con ETA son peligrosos. Sin embargo, si la reiteración de éste y otros temas -como, por ejemplo, la inevitable convidada de piedra a estas fiestas, la señora autodeterminación- son un recordatorio de que el PNV, como es legítimo, no renuncia a su programa básico, tienen el interés de contribuir a la clarificación del debate. Pero obligan a recordar el principio de lealtad mutua que -con el debate sobre el fin de la violencia en el sitio adecuado: el Parlamento- debería obligar al bloque democrático. Un principio que dice así: en una primera fase el objetivo de acabar con el terrorismo obliga a todos a cerrar filas en la lealtad a las instituciones, pero con el compromiso, por todas las partes, de que eliminada la violencia cualquiera podrá plantear su programa de máximos siempre que sea democrático en su contenido y se plantee por vías democráticas.

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