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Tribuna
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Otra vez el cambio climático

Lo decían el otro día en la tele: qué bonito cuando el Tour se corría en julio, con todo el calor. Cierto, 'del tó cierto', como dice un amigo mío que anda ahora por allí. Qué precioso cuando transitabas por aquellas carreteras pegadizas plagadas de charcos, mares, océanos de una pegajosa sustancia negra. Una suerte de arenas movedizas pringosas, que te atrapaban para no dejarte marchar. Dicen que en el espacio los agujeros negros absorben toda forma energía que se halla a su alrededor. Pues bien, en Francia, en julio, quizá por algún extraño y aún no estudiado proceso de compensación -lagunas tiene la ciencia-, esos agujeros negros invertían de una manera peculiar el proceso. Si no siempre, al menos seguro estás de que, cuando tú pasabas, exhalaban con toda su rabia hacia tu cuerpo todo el calor acumulado en los meses de hibernación. Días y días, acumulando el calor; soles y soles que sólo encontraban justificación en el momento en el que tú, extraviado, debutante o ignorante -lo mismo da- pasabas inocentemente por allí. Sentías como el aliento te atrapaba de abajo a arriba hasta envolverte en una especie de burbuja finlandesa -por aquello de la sauna- en la que era en vano todo intento de respirar. Hombre, bonito no era exactamente le palabra, pero no vamos a negar que su encanto sí que tenía.

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Pero los tiempos cambian y adelantan que es una barbaridad. Así que los organizadores, a los que no hay quién les pille en un renuncio, han ideado un excelente sistema portátil de refrigeración. El truco está en regar. Antes, después e incluso como ayer durante, el secreto esta en regar. Así que ahora, a ver quién es el guapo que se va a quejar. Lo dicho, qué bonito cuando el Tour se corría en julio con calor.

Pedro Horrillo es corredor del Mapei.

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