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Columna
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Una mujer con ideas propias

La visité el pasado invierno, poca gente lo hacía. Me encontré, por primera vez, con una viejecita completamente silenciosa pero, como siempre, sus ojos lo entendían todo; su enorme dignidad seguía intacta. Desde que la conocí, en 1977, me había impresionado su figura, discreta, elegante, amable, inteligente; y me había intrigado su papel, callado, de apoyo, observando el mundo sin perder detalle. En vida de su marido, el presidente Tarradellas, apenas supimos nada de esta mujer valiente.

En 1995 la convencí para hacer una entrevista y hablamos largo y tendido. Ella se sintió a gusto y yo descubrí un ser humano de la mejor calidad, de aquellos que ya no existen: capaces de sufrir sin quejarse, de ayudar en lo pequeño y en lo grande y, sobre todo, de 'sentir' lo colectivo como propio. Toda una vida de observadora, le dije y ella rió: 'Y tan observadora... ¿Sabe que todo el mundo pensaba que era tonta?'. Entonces se puso seria: 'Una vida de... disimular. Una de las cosas que pasan en Cataluña ahora es que no se puede decir la verdad de lo que se piensa, pero yo ya soy tan mayor que me puedo permitir decir lo que quiera'.

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Su diagnóstico, hecho en plena lucidez de sus espléndidos 90 años, era impactante y humilde: 'No quiero que nadie se enfade. Pero es como si aquí todo el mundo fuera muy frío. Aquí hay sol, se vive, se gasta; en otros países trabajan más. Creo que se vive una vida no muy llena de las cosas de las que está hecha la vida. Puede que me equivoque, pero falta humanidad. Y falta algo que nos hace diferentes de Europa: allí todo el mundo dice lo que le da la gana, aquí veo reservas e hipocresía'. Y reconoció que 'mejor que yo no haya hecho política, hubiera sido muy dura, soy muy crítica: pienso que los presidentes, se llamen Pujol o González, no tienen que hacer propaganda'.

Le hubiera gustado tocar el violín, pero era una carrera demasiado cara que su padre no pudo pagarle. Le hubiera gustado escribir, pero no le quedó tiempo. Fue ama de casa. Quería 'una Cataluña diferente: grande, generosa, bonita y sin diferencias sociales'. Y me confesó que era católica 'aunque no lo parezca a veces; siempre lo he sido. Y practicante'. Sólo la oí quejarse, una vez, de 'la mala memoria de los catalanes'. No podré olvidarla. Con ella se va toda una época.

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