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'Sólo se puede atrapar a Bin Laden con la traición'

Guillermo Altares

Desde que, tras los atentados en Estados Unidos, todo el mundo empezó a señalar a Osama Bin Laden como principal culpable, el profesor francés Olivier Roy (La Rochelle, 1949) recibe decenas de llamadas cada día. Su libro Afganistán. Islam y modernidad política es un clásico, y Roy, uno de los mayores expertos europeos en Asia central y en Afganistán. Además, es consultor del Gobierno y del Parlamento francés. Profesor en el Centre National de la Recherche Cientifique, ha trabajado para Naciones Unidas en Afganistán y para la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa en Tayikistán. Tiene tres libros publicados en castellano: Genealogía del islamismo (Bellaterra), Irán, de la revolución a la reforma (Bellaterra) y La nueva Asia central (Sequitur). Esta entrevista fue realizada por teléfono: tuvo que interrumpirla dos veces porque le llamaron por el móvil.

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Pregunta. ¿Es Bin Laden una especie de ministro de Defensa de los talibán?

Respuesta. Entre los talibán no existen las denominaciones que usamos en Europa, les da exactamente igual que exista un Gobierno. Pero es verdad que la influencia de Bin Laden en la política interior de los talibán es enorme desde hace un año. Las cosas que han ocurrido últimamente -la destrucción de los budas, el encarcelamiento de los militantes cristianos- se debe a esa influencia. De hecho, si los talibán llevan cinco años en el poder, ¿por qué no habían hecho antes ese tipo de cosas?

P. Usted ha dicho que los talibán, a diferencia de Bin Laden, no se consideran enemigos de Estados Unidos.

R. Sí, su modelo está mucho más cercano al de Arabia Saudí, incluso estaban dispuestos a aliarse con EE UU. De hecho, Estados Unidos al principio les dio su apoyo. Es cierto que no les dio armas, ni les financió; pero en octubre de 1994, el embajador estadounidense en Pakistán, el señor Munjo, acompañado por el ministro paquistaní de Interior, visitó la zona de los talibán. En septiembre de 1996, cuando tomaron Kabul, la subsecretaria estadounidense para Asuntos de Asia Central, la señora Rafole, dijo que esta toma había sido 'un paso positivo'. Las cosas empezaron a cambiar en otoño de 1997, cuando la secretaria de Estado, Madeleine Albright, calificó a los talibán de 'despreciables'. Todo cambió cuando, tras los atentados contra las embajadas de EE UU en Tanzania y Kenia, los talibán se negaron a entregar a Bin Laden. En agosto de 1998, Washington rompió con el régimen talibán.

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P. ¿Qué posibilidades de éxito tendría una intervención estadounidense en Afganistán?

R. No necesitan intervenir para controlar el país. Tienen un apoyo esencial en la Alianza del Norte, cuyo territorio se encuentra a 40 kilómetros de la capital. La alianza ocupa todavía el sitio de Afganistán en Naciones Unidas, ya que el Gobierno de los talibán sólo ha sido reconocido por tres países. Estados Unidos puede tomar Kabul sin una sola baja americana. En el sur, donde los talibán son mucho más fuertes, las cosas se complican mucho.

P. ¿Existe alguna posibilidad de capturar a Bin Laden 'vivo o muerto' como dijo Bush?

R. Por medios militares es imposible. Sólo se puede hacer a través de la información o de la traición.

P. Pero en un artículo que el periodista británico Robert Fisk, uno de los pocos occidentales que han entrevistado a Bin Laden, publicó en el diario Le Monde decía que la gran fuerza del presunto autor de los atentados estaba en que nunca había sido traicionado.

R. Siempre tiene que haber una primera vez. Aquí es donde Pakistán tiene un papel esencial. Sólo Pakistán puede ayudar a encontrar a Bin Laden. Sus servicios secretos están infiltrados en todas sus redes; ellos sí que saben dónde está.

P. Aunque EE UU ha recibido el apoyo del presidente Musharraf, Pakistán es un polvorín: gran parte de su población está en contra de cualquier intervención.

R. El problema para Estados Unidos no es Afganistán. Es un país que pueden gestionar: sus habitantes están hambrientos y hartos de los talibán. El problema está en Pakistán, un país de 140 millones de habitantes que puede estallar en cualquier momento.

P. ¿Cuál cree que será la postura de la UE ante la intervención de Estados Unidos y la alianza contra el terrorismo?

R. Creo que los europeos no se opondrán a una intervención militar siempre que exista un mandato de Naciones Unidas y que se controle lo que ocurra después. Esto es, que exista una gestión política de Afganistán tutelada por la comunidad internacional. Y esto no es muy difícil: podrían apoyarse en los propios afganos, en el ex rey Zahir Shah.

P. ¿La situación humanitaria es catastrófica?

R. La mayoría de la población afgana vive en una situación dramática, acentuada con la salida de las organizaciones internacionales. Una intervención internacional puede ser positiva, porque los talibán no quieren que su propio pueblo sea alimentado.

P. ¿Qué se puede hacer para que el islam no quede demonizado después de los atentados contra Estados Unidos?

R. La gente de Bin Laden representa un fenómeno muy aislado dentro del mundo musulmán, no tienen nada que ver con el islam tradicional. Se parecen mucho más a los miembros de un tipo de secta apocalíptica que a un grupo religioso.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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