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'Ese dolor tan cercano'

'CAMINABA Y JUSTO cuando pasaba junto al coche bomba mi cuerpo salió despedido, giré en el aire y caí al suelo. Cuando desperté me encontraba en un lugar diferente. También recuerdo mi último pensamiento y me crea mucha angustia pensar que efectivamente pudo ser el último de mi vida. Conservo intacta en mi mente la imagen del autobús ardiendo y el gran miedo que sentí cuando pensé que podría haber alguna persona ardiendo dentro. En las noches de insomnio esta imagen se repite una y otra vez.

Al despertar me sentí asustada, observaba mis heridas incrédula y miré mi bolso que ardía a mi lado, el ambiente estaba ennegrecido y ahora después de pasado un año, cuando veo un atentado en televisión, mi mente se sitúa en ese día 30 de octubre. Mi cuerpo comienza a temblar y mis ojos, que hasta ahora prácticamente no habían podido llorar, se llenan de lágrimas; de dolor ante lo que he vivido y ante lo que otros ahora van a vivir.

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Heridos leves, la letra pequeña de cada atentado

Desde el momento en que me trasladaron a la ambulancia, comencé a rezar; recé mientras cosían y curaban mis heridas y le daba gracias a Dios por haberme dejado vivir (...). No obstante, me queda un sabor amargo de boca cuando también recuerdo la insolidaridad e insensibilidad de ciertos estamentos públicos, lo que me ha hecho pensar mucho en aquellas personas que, por cualquier circunstancia, no tengan el apoyo familiar que yo he tenido (...).

Por último quisiera subrayar que no sólo he sido yo víctima de terrorismo, sino también las personas más cercanas a mí: ellas también sufren y les genera trastornos. Ahora, después de un atentado, te identificas con las víctimas y comprendes mejor ese dolor tan cercano'.

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