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Servicio a domicilio

El negocio de la prostitución de la calle de la Montera no termina en el alquiler de habitaciones y en el cobro de las meretrices a los clientes por servicio. Una señora ecuatoriana, llamada Zarelia, se encarga de llevar a las prostitutas la comida para que las mujeres no tengan que moverse. 'Tengo un restaurante cerca de aquí. Lo que hago es prepararles un envase con varias cosas', afirma mientras muestra un recipiente que contiene una mezcla de arroz, frijoles y carne. 'Son guisos latinoamericanos para que no extrañen las cosas de su país', explica la mujer. 'La comida y un refresco cuesta 900 pesetas', agrega. Esta mujer sube varias veces al piso a lo largo del día para atender a las meretrices.

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Las prostitutas comen en grupos de cinco o seis dentro de los pisos y aprovechan el descanso para reponer fuerzas y hablar un rato entre ellas. Para los vecinos, esto también es motivo de queja: 'Además de comer en los pisos, algunas comen en la calle, con los problemas de higiene y de salud que esto conlleva'. La dueña asegura que tiene prohibido a las chicas que coman en las escaleras del edificio o en la calle para evitar, precisamente, las quejas de los residentes.

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