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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Socialismo vasco

La dimisión de Nicolás Redondo Terreros como secretario general del Partido Socialista de Euskadi y la convocatoria de un congreso extraordinario son la consecuencia retardada de los resultados de las elecciones autonómicas vascas del 13 de mayo. La victoria de Juan José Ibarretxe en las urnas y su compromiso electoral, cumplido hasta el momento, de no contar con Batasuna en su política de alianzas abrió un nuevo panorama en el País Vasco que repercutió en el PSE.

Ibarretxe y el PNV no han hecho ninguna autocrítica sobre su etapa de pactos con ETA y HB en la anterior legislatura. El lehendakari tampoco supedita los objetivos soberanistas del PNV a la defensa de la vida y las libertades, que es la prioridad política del País Vasco ante el permanente acoso de ETA. Pero no es menos cierto que el Ibarretxe de la actual legislatura no es el mismo que el de la anterior, marcada por su pacto con EH y el del PNV con ETA. Esta nueva situación ha animado a un amplio sector de los socialistas vascos a impulsar el regreso a sus tradicionales señas de identidad, a retomar su proyecto autónomo, al margen del PNV y del PP, partido éste con el que ha mantenido, desde 1998, un acercamiento más allá de la política antiterrorista como respuesta al Pacto de Lizarra.

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En este marco, el secretario general del PSE de Guipúzcoa, Jesús Eguiguren, que, con Mario Onaindía, desde Álava, apoyaron el liderazgo de Redondo cuando relevó a Ramón Jáuregui en 1997, presentó una propuesta alternativa a la política de Redondo sobre el País Vasco. Redondo, que tiene el mérito indiscutible de haber dirigido el PSE en una etapa muy difícil, marcada por el desafío del Pacto de Lizarra combinado con un fuerte acoso terrorista, no ha sabido pilotar la crisis abierta por su anterior socio y ha perdido numerosos apoyos en la organización socialista en Vizcaya y la casi totalidad de Guipúzcoa. La situación ha conducido al PSE al bloqueo y el secretario general dimisionario ha preferido finalmente tirar la toalla y convocar un congreso extraordinario.

Lo que ahora está en juego en este proceso abierto en el PSE no es si los socialistas vascos deben pactar preferentemente con el PP o con el PNV. Ni tampoco un debate burdo entre 'españolistas y nacionalistas', como lo presentan los medios afines al Gobierno de Aznar, y menos aún un debate sobre la política antiterrorista que comparte con el PP. Lo que realmente se dirime es quién lidera el proyecto autónomo del PSE, el de sus principios tradicionales de defensa de las libertades, del pluralismo y del Estatuto de Gernika.

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