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Cargando desconfianza y garrafas de agua

El papel de la Generalitat y algunos consistorios en la contaminación por nitratos de las aguas ha instalado la desconfianza en muchos consumidores de las zonas afectadas. Hace unas semanas unos vecinos de Vilaür (Alt Empordà) procedieron a encargar una serie de análisis particulares del agua que llegaba a sus residencias, suministrada por la compañía Sorea del grupo Aguas de Barcelona, y descubrieron con asombro que las cifras de nitratos fueron ascendiendo paulatinamente hasta límites alarmantes. Unos niveles que según los últimos análisis oficiales debían moverse entre los 20 o 30 miligramos por litro llegaron a 145,9 miligramos después de un periodo de lluvias. El caso extremo es el de un pozo particular de la población donde se hallaron unos sorprendentes índices de 500 miligramos, 10 veces superiores al máximo permitido. Esto sorprendió sobremanera a los propietarios de la vivienda aunque desde hacía meses ya no consumían agua del pozo porque desconfiaban de su calidad.

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Son cada vez más los vecinos que estiman que los análisis deberían ser constantes y, supliendo a la Administración, acuden al laboratorio para certificar la calidad del agua que deben beber. Por unos 36 euros pueden obtenerse unos resultados fiables, aunque no se halla la presencia de otras sustancias tanto o más nocivas, como los restos de fármacos que pueden tomar los cerdos. En los municipios de la zona de riesgo, casi todo el mundo carga con garrafas de agua para beber y cocinar, incluso en las temporadas en que los niveles descienden.

Llucià Casadevall, con una masía en el núcleo de Ferreres, en Flaçà (Gironès), es el ejemplo de un vecindario impotente ante la proliferación de las granjas de cerdos y su imparable contaminación. Tiene una decena de granjas en los alrededores de su casa, algunas situadas tan cerca que puede incluso 'oír roncar a los cerdos'. Asegura que el propietario, con quien ha entablado diversos contenciosos, dispone de tres 'campos esponja', denominación que reciben los terrenos destinados a absorber los grandes excedentes de purines. Pese a que los datos oficiales de contaminación se mueven al filo de lo permitido, compra agua embotellada para beber y cocinar.

Como en la mayoría de las zonas con purines, la situación se agrava con las lluvias, porque las sustancias nocivas penetran en los acuíferos y desbordan los precarios depósitos. En un paraje próximo hay una fuente en la que el consistorio ha colocado un cartel advirtiendo de que el agua no es potable.

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