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Medio siglo tras las huellas del cine

Neil Jordan inauguró ayer la 50ª edición del Festival de San Sebastián

El Kursaal ha cambiado de color, aunque sólo será por unos días. Los diez que dura el 50º Festival de Cine de San Sebastián. El cubo grande del edificio de Rafael Moneo anuncia cada noche en su fachada principal un gigantesco número 50, que, sobre un fondo iluminado en rojo, recuerda a todo el mundo que este año pretende ser especial. El entusiasmo parece instalado en los organizadores del certamen. Todos los invitados han confirmado su llegada y se espera que las películas a concurso -entre las que están las de cineastas como Chen Kaige, Paul Schrader y Fernando León- alcancen el nivel esperado. El jurado, presidido por el cineasta alemán Win Wenders, ya se reunió ayer en un popular restaurante de la ciudad poco antes de su presentación oficial y los cazautógrafos ya rondan a todas horas por el hotel María Cristina.

Los cazaautógrafos ya rondan por los alrededores del hotel María Cristina
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Anoche arrancó el certamen con una gala sobria que, sin querer caer en la nostalgia, repasó las cinco décadas del festival de cine más importante de España. En un luminoso escenario, decorado con cientos de bombillas, las presentadoras de la ceremonia, Edurne Ormazábal y la actriz Lucía Jiménez, recorrieron las diferentes propuestas de esta edición. Win Wenders, en nombre del jurado, felicitó al festival por su medio siglo de vida. 'Tenemos una extensa selección de películas para ver con vosotros, el público, y con los críticos. Veremos si al final acertamos con el público o con la crítica. Buenos noches y diviértanse', dijo el cineasta alemán. Poco antes su compatriota Volker Schlöndorf, protagonista de una retrospectiva, agradeció al festival la recuperación de su filmografía: 'Será interesante comprobar que mi cine está lleno de contradicciones, las contradicciones de nuestro tiempo'. Por el escenario del Kursaal, y representando diferentes secciones creadas en las cinco décadas del festival, aparecieron desde los jóvenes Juan José Ballesta y Andoni Erburu a Rossy de Palma (con un vestido de David Delfín), Mónica Randall y Julieta Martínez. El finlandés Aki Kaurismaki recogió el prestigioso premio Fipresci por Un hombre sin pasado, la película que logró el premio del jurado de Cannes. 'Es un gran honor que sin duda no es para mí. Viva la Real Sociedad', exclamó Kaurismaki.

El buen ladrón, una película dirigida por Neil Jordan situada en los bajos fondos del decadente lujo de Montecarlo, abrió la sección oficial del festival, en la que competirá por la Concha de Oro. Su director, sin su protagonista, el norteamericano Nick Nolte (detenido la semana pasada en Los Ángeles por conducir bajo los efectos del alcohol), fue el encargado de inaugurar la competición. El actor francés Tcheky Karyo leyó una carta de Nolte en la que se disculpaba por su ausencia y, después de elogiar a Jordan y su película, deseaba a los espectadores 'un buen viaje'.

El buen ladrón era el primero de los 18 filmes a concurso. Participará, entre otras, El crimen del padre Amaro, de Carlos Carrera; Auto focus, de Paul Schrader; Together, de Chen Kaige; Lugares comunes, de Adolfo Aristaráin; Octavia, de Basilio Martín Patino; Los lunes al sol, de Fernando León, o Aro Tolbukhin en la mente del asesino, de Agustí Villaronga, Lydia Zimmermann e Isaac P. Racine.

La inauguración de la sección Zabaltegi -la más popular después de la oficial- corrió a cargo del debú como director del actor norteamericano John Malkovich. Pasos de baile, protagonizada por Javier Bardem, es un thriller político basado en los hechos reales que rodearon la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán. El filme, adaptación de la novela de Nicholas Shakespeare, está producido por el español Andrés Vicente Gómez y rodado en inglés. Intervienen Juan Diego Botto, Elvira Mínguez y la italiana Laura Morante.

Bardem interpreta a un policía idealista en busca de un misterioso líder revolucionario, en medio de un clima de caos, corrupción y terror político. Con barba y cazadora de cuero, el actor (que el próximo lunes presentará Los lunes al sol, el filme de Fernando León) aseguró que 'siempre' le agradecerá a Malkovich que pensara en él para su película hace seis años, 'cuando todavía no había hecho ninguna de las películas por las que ahora me conocen'.

'Él', continuó el actor, 'ha confiado en mí a ciegas. Es un director-autor y yo, que me considero un actor-autor, he aprendido mucho con él, me he dejado llevar por él'. Rodada en Oporto, Quito y Madrid, la película (situada en los barrios de Lima y las montañas de Cuzco) se rodó en inglés. 'Para mí es mucho peor reconocer en Amadeus el acento de los chicos de un centro comercial cercano a mi casa que escuchar a extranjeros hablando en inglés. Es más, me gusta mucho como suena el inglés en boca de extranjeros', dijo Malkovich.

A pesar de tratar un asunto político, Pasos de baile pretende ser apolítica y sin ideología. Una referencia en la trama del filme a Estado de sitio, de Costa Gavras, le sirve a Malkovich para desmarcarse de un tipo de cine que considera cercano a la propaganda. 'Yo no quiero hacer historia, quiero hacer una película. Al que le interese la historia, que se lea un libro', señaló ayer el director y actor. 'He tomado referencias de Argentina, de Chile, de Perú... Para mí, uno de los misterios del terrorismo es que no importa mucho lo que se sepa de él. Aparece y ya está. No tengo ideología, no me interesa la propaganda. No quería insultar a Costa Gavras, que no se me interprete mal, su cine fue muy importante en un momento, pero su punto de vista no es el único punto de vista inteligente e inteligible. Hay muchas maneras de ver las cosas'. Ante la pregunta de si Pasos de baile será su primera y última película, Malkovich fue breve: 'Sí. Quizá'. Sobre si los acontecimientos del 11-S hubieran modificado en algo el guión de este filme ('Abimael Guzmán era el Osama Bin Laden de Perú', le dijo un periodista') también fue breve: 'No'.

De izquierda a derecha, Mariano Barroso, Ariane Ascaride, Angela Pope, Mirtha Ibarra y Renato Berta, miembros del jurado, escuchan a su presidente, Win Wenders, anoche, durante la gala inaugural de la 50ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. PLANO GENERAL - ESCENA
De izquierda a derecha, Mariano Barroso, Ariane Ascaride, Angela Pope, Mirtha Ibarra y Renato Berta, miembros del jurado, escuchan a su presidente, Win Wenders, anoche, durante la gala inaugural de la 50ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. PLANO GENERAL - ESCENAJESÚS URIARTE

El esperado regreso de Coppola

Francis Ford Coppola nunca cumplió una vieja promesa, la de volver al festival que en 1969 le premió con la Concha de Oro por The rain people (Llueve sobre mi corazón) antes de cumplir los 60 años. El director de El Padrino cumplirá su palabra con tres años de retraso y este fin de semana llegará por fin a San Sebastián para recoger el Premio Especial Donostia con el que el festival premia a un director entre todos los directores en su 50º aniversario. Está previsto que el cineasta y su mujer, Eleanor Coppola, aterricen mañana en el aeropuerto de Hondarribia desde Marraquech. Ese mismo día, por la noche, recogerá el premio dentro de una fiesta que pretende ser el gran acontecimiento de los actos conmemorativos de la muestra. Además, el festival recupera lo más sustancial de la filmografía del director. No sólo se podrá ver de nuevo la película que ganó aquí hace 33 años, un road movie intimista interpretad por James Caan, Shirley Knight y Robert Duvall, sino que también se podrán recuperar títulos como El Padrino (1972), La conversación (1974), El Padrino II (1974), Corazonada (1982), La ley de la calle (1983), Cotton Club (1984), El Padrino III (1990) y Apocalypse now redux (2001). Ésta última es el remontaje realizado por el director, con tres cuartos de hora más de película que en su momento fueron descartados por los productores y que ahora Coppola ha incluido en una versión que se estrena hoy en España. Coppola, cuya carrera atraviesa desde hace años los continuos vaivenes de un creador que no se pliega a las modas de Hollywood y que tiene una mala relación con una industria que no se fía de la solvencia económica de sus ambiciosos y gigantescos proyectos, divide su vida entre la crianza de vinos californianos y películas que parecen nunca llegar, como, entre otras, la esperada versión de On the road, la legendaria novela de Jack Kerouac.

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