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Tribuna
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Furlan, ¡hoy, sí!

Sí, hoy sí. Bueno, mejor dicho sí, ayer sí, que esto se publica mañana, mejor dicho, hoy. En fin, menudo lío, voy a lo que voy. Que hablaba de lo de Furlan, el ganador de ayer, que el otro día en Gijón levantó los brazos cuando ganó el sprint del pelotón pensando que había ganado. Y no hizo más que tercero, pues habían entrado dos corredores escapados, y se le debió quedar una cara de tonto que no veas cuando se enteró de que no, hoy no, otro día será, campeón, que me da la risa.

Y fíjate que es rara la situación porque era una escapada que venía de lejos y con mucho tiempo de diferencia, por lo que todos en teoría estaban enterados, pero...

En el pelotón supongo que la gente se lo tomaría con gracia, que estas cosas tienen la suya, y no hay que desperdiciar una ocasión para el cachondeo. Pero al protagonista no le haría tanta, sobre todo cuando al día siguiente se le acercasen todos para felicitarle con recochineo por su 'victoria'.

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Ahora bien, seguro que si ese día no hubiese hecho esa brutta figura, como él mismo la denominó, no estaríamos ahora hablando de que fue el ganador de la etapa de ayer. Los sprinters tienen, además de la guerra física, una batalla psicológica entre ellos.

Podemos verlo todos los días en los sprints intermedios, donde el italiano Petacchi le tiene comida la moral al alemán Zabel. Y en la batalla de Gijón, la balanza se inclinó del lado de Furlan, un corredor rápido que no se había visto nunca en una de estas entre los grandes; que se sorprendió a sí mismo ganando al mismísimo teutón, así que se diría: si lo he hecho hoy, ¿por qué no lo voy a hacer cualquier otro día?. Un día cualquiera, por ejemplo ayer, en Salamanca.

El punto psicológico está de su parte; el punto orgulloso, el ego subido hasta las nubes de todos los sprinters le dice: se van a enterar todos estos que se reían de mí de quién soy yo, que si el otro día le dí por el pelo al alemán éste, por qué no le voy a dar hoy.

Y vaya si le dio. Le dio un repaso a lo Óscar Freire, remontando en los últimos 50 metros con un poderío de impresión. De ahí la expresión de alegría desbocada. ¡Sí, hoy sí!. Nunca hasta ahora, lo sé, pero hoy sí.

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