_
_
_
_
_
Liga ACB | TIROS LIBRES | BALONCESTO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Caras

Es un dicho muy común que lo peor no es perder, sino la cara que se te queda. El Joventut salió el sábado del Palau Blaugrana con una expresión mezcla de incredulidad, indignación y pesadumbre al comprobar cómo el buen y reivindicativo partido que había jugado en una cancha tan complicada como la azulgrana había servido para poco más que irse a su casa con la cabeza bien alta. También se pudieron leer cosas más fuertes y explícitas en Manel Comas, entrenador verdinegro, cuyo mosqueo era monumental y pidió muy educadamente el internamiento del colegiado Ortega en una nevera por una buena temporada. Hay que agradecer a Comas su originalidad y el no haber caído en lo clásico de sinverguenza, jeta, no hay derecho y otros calificativos demasiado manidos. Resulta comprensible el mosqueo de los de la Penya. Jugaron un buen partido en un escenario exigente, se sobrepusieron a los problemas de personales de Baston y Tabak, aguantaron las tarascadas defensivas del Barça sin perder la compostura, se mostraron con recursos técnicos suficientes y contaron en sus filas con el hombre del partido, su base Marco, que tuvo una noche ejemplar. ¿Y si haciendo todo esto, se vuelven a Badalona con la mochila llena de autoestima pero vacía de puntos, qué tienen que hacer para ganar? Hombre, un mejor arbitraje que no cometa tres errores consecutivos en el minuto final (uno perjudicó al Barça, dos a la Penya) en este caso les hubiese beneficiado, pero dejarlo ahí sería un análisis incompleto, peligroso y poco constructivo. El victimismo (ver Gaspart) no conduce a buen puerto. Dado que el resultado no lo cambia ya nadie por muchos envíos a frigoríficos industriales, sería más provechoso que en el interesante viaje que quiere protagonizar el Joventut para volver a ser lo que fue (por momentos lo del sábado se pareció al clásico de otros tiempos) poder aprender de los pocos errores que cometieron. Porque pagaron muy caro que Baston fuese a por uvas en mitad de campo y cometiese una absurda quinta falta, o que en los últimos ataques faltase algo más de raciocinio en los tiros, o que no fijasen en la zona defensiva mejor a Navarro, o que Espil no estuviese muy afortunado y Radunovic más centrado. Puestos a hilar muy fino, ¿qué hacía Tabak, un más que discreto tirador de personal, en la línea de acción del último ataque verdinegro? Las grandes gestas, y ganar en el Palau por uno o dos puntos es una de ellas, exigen actuaciones cercanas a la perfección. El Joventut lo tuvo en su mano, pero acabó con mala cara. Es uno de los precios que hay que pagar en el camino hacia la mayoría de edad, y eso lo sabe Manel Comas mejor que nadie.

Más información
Ridículo del Madrid en Alicante

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_