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Los efectos del vertido en Francia | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Los ecologistas franceses rechazan que los voluntarios recojan chapapote

Soledad Alcaide

"Cuando la casa se nos quema, todos ayudamos a apagar el fuego. Pero es que ya ha ardido demasiadas veces y hay que preguntarse por qué". Bernard Guillemot quiere resumir con esta frase la postura que la organización que representa, France Nature Environement, y otras cinco asociaciones ecologistas francesas han adoptado ante la catástrofe del Prestige: oponerse a que los voluntarios recojan el chapapote, que aquí llaman simplemente fuel. A las razones sanitarias (la toxicidad del fuel), añaden otras económicas: quieren que las compañías responsables de los vertidos financien la limpieza de las costas. Y los voluntarios, añaden, ahorran gastos en la factura final.

La decisión está fundamentada en su experiencia tras el vertido del Erika, ya que sólo mucho después de que los voluntarios actuaran se constató la gravedad de los efectos secundarios que sufrieron. "En Francia hubo una catástrofe enorme y no sirvió de nada. Los intereses de la industria siempre quedan por encima de todo", dice con rabia Christian Berdot, portavoz y miembro del Consejo Nacional de la asociación Amis de la Terre.

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"Catástrofe industrial"

"Es normal que cuando haya una catástrofe natural se organice la solidaridad, pero esto es una catástrofe industrial", asegura Pascal Braub, portavoz de Collective Citoyen anti Marées Noires, una organización que se fundó después de que la costa francesa sufriera el vertido del Erika. Precisamente su experiencia en aquel suceso es lo que le lleva a decir: "Son las industrias las que deben pagar y no los ciudadanos, porque si queremos que de verdad esto se solucione no hay más remedio que hacerles pagar enormes cantidades a las compañías petrolíferas cada vez que haya una catástrofe similar".

Pero su rechazo no implica que se prohiba el voluntariado, siempre que sean personas que gocen de buena salud, estén bien equipadas (traje, gafas, mascarilla...) y trabajen de forma organizada. "Pero sólo porque se trata de pequeñas galletas que son fáciles de recoger, y no son tan tóxicas como las del Erika", precisa Jacquy Boneman, de la organización Robin des Bois. "No tenemos derecho a decirle a nadie que deje de ir a limpiar una playa, pero sí exigir que si quiere hacerlo lo haga en condiciones".

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En cierto modo, las autoridades francesas están haciendo caso a estas reivindicaciones, puesto que por ahora sólo están recogiendo chapapote trabajadores públicos. De hecho, las playas afectadas permanecen cerradas, como la de Mimizan, en Las Landas, donde ayer varios operarios terminaban de limpiar. Pero para mañana se espera una marea mayor. La idea es que, si finalmente participan voluntarios, se les exija o facilite un certificado médico obligatorio y que se impida intervenir a embarazadas, menores y asmáticos.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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