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GUERRA EN IRAK | Las armas de destrucción masiva

Los desertores denuncian las ejecuciones sumarias

Un soldado iraquí que ha desertado durante la guerra contó a la organización de derechos humanos Human Rights Watch cómo fue testigo de la ejecución sumaria de otros 10 presuntos desertores del Ejército de Sadam Husein. Los hechos sucedieron, según afirmó, el 26 de marzo, cuando estos soldados fueron conducidos hasta un campo descubierto donde un coronel iraquí había reunido a otras unidades para que asistieran a la ejecución. "Esto es lo que les pasa a quienes traicionan a nuestra nación", dijo a los allí reunidos. Y comenzó a disparar contra los presuntos desertores, uno tras otro.

Otros desertores entrevistados por esta organización de derechos humanos confirmaron que habían conocido brigadas de ejecución, aunque ninguno había asistido a los fusilamientos. Las entrevistas de Human Rights Watch a desertores en los últimos días ofrecen las primeras informaciones independientes sobre la disciplina del régimen. Al menos 130 de estos desertores estaban en manos del Partido Democrático Kurdo (PDK) en Erbil el día 2 de abril. Es imposible establecer el número de desertores en la zona kurda, en la que dicen que han sido bien tratados.

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Los entrevistados contaron que escaparon por los bombardeos norteamericanos pero también por el tratamiento que recibían de sus propios comandantes. Según Human Rigths Watch, percibían un salario extremadamente bajo, dos dólares al mes, y sufrían todo tipo de penurias. "Algunos días comíamos hierbas mezcladas con un poco de agua", cuenta uno de ellos. Otros mencionan mendrugos de pan duro. Y otros, que pasaban hasta 40 días sin poder lavarse por falta de agua corriente. Sus superiores les decían que utilizaran el agua de los charcos que dejaba la lluvia.

Uno de los desertores ha relatado que algunos oficiales querían también desertar pero no lo hacen porque son conocidos y temen las represalias a sus familias. La gran inquietud de los desertores entrevistados por Human Rights Watch es la suerte que han corrido sus familias, a las que hace tiempo que no ven.

Todos los interrogados son hombres, soldados regulares entre 20 a 38 años. Llegaron demacrados y sufrían enfermedades en la piel causadas por las condiciones en el campo de batalla y los castigos infligidos por sus superiores. Algunos mostraron cicatrices de haber sido obligados a andar de rodillas o a arrastrase desnudos por las piedras.

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Las deserciones siguen un esquema general. Los iraquíes tienden a abandonar sus unidades por la noche o al alba, solos o en grupos de cinco o seis. Van hacia los pueblos kurdos y se rinden ante los peshmergas (milicias kurdas). En los campos de detenidos reciben ayuda médica, comida y ropa de la Cruz Roja y el Programa Mundial de Alimentos.

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