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GUERRA EN IRAK | El frente norte

Miles de kurdos se echan a la calle para celebrar la caída de Bagdad

Los 'peshmergas' avanzan sus líneas hasta las montañas que dominan Mosul

Juan Carlos Sanz

Erbil era ayer una fiesta largamente esperada. Miles de habitantes de la capital del Kurdistán iraquí se echaron a la calle para celebrar la caída de Bagdad y la aparente derrota de Sadam Husein. Bocinazos, tiros al aire, tambores de las montañas y gritos, muchos gritos de júbilo. Los kurdos expresaron así su alegría por el desmoronamiento de un régimen que durante más de 30 años les reprimió con programas de exterminio y limpieza étnica, y que incluso les bombardeó con armas químicas.

Los milicianos, los temerarios peshmergas, detenían ayer su avance en las montañas que dominan Mosul, la principal ciudad del norte de Irak, como ya hicieron antes a las puertas de Kirkuk, también capital de una región con yacimientos de petróleo, por orden del mando estadounidense de la coalición.

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Cogidos de la mano, en filas alineadas, miles de jóvenes kurdos bailaban como locos en la plaza del Gobierno provincial de Erbil, a los pies de la histórica ciudadela que corona la capital autónoma. Como en un cotillón, arrojaban confetis al aire y daban saltos alegres mientras coreaban a buen ritmo: "¡Se acabó Sadam, se acabó Sadam!". Muchos llevaban retratos de Masud Barzani, líder del Partido Democrático de Kurdistán (PDK), y banderas amarillas, el color de la fuerza política hegemónica en el noroeste del territorio autónomo. Desde hace 12 años, tras el final de la guerra del Golfo, los kurdos han escapado al control de Bagdad y han contado con un amplio autogobierno, gracias a la protección de los cazas británicos y de EE UU sobre una zona de exclusión aérea en el norte de Irak.

Caravanas de coches recorrían todas las calles del centro de Erbil como si se tratara de la celebración de la Copa del Mundo. Sus ocupantes palmeaban a soldados estadounidenses y periodistas occidentales como a estrellas de fútbol. Muchos vehículos llevaban la bandera de las barras y estrellas, que también ondeaba en algunos monumentos públicos. Una de éstas en particular tenía sobreimpresionada la fotografía de Sylvester Stallone en Rocky. Otros, simplemente exhibían pancartas con la leyenda I love Bush. Pero no todo eran parabienes para EE UU en la capital del Kurdistán iraquí. Aghar Hamid, propietario de un asador de kebab, el plato nacional kurdo, resumía así los sentimientos encontrados de muchos kurdos iraquíes: "Agradecemos a los norteamericanos que nos hayan librado de Sadam, pero no queremos que se queden para siempre. Sí es así, demostrarán que sólo les interesaba el petróleo, y no el pueblo de Irak". El Ejército estadounidense se preparaba ayer para trasladar un importante contingente de tropas hasta el Kurdistán. De madrugada, como informó la cadena norteamericana CNN, desembarcaban desde aviones militares de transporte estacionados en el aeródromo de Harir, 70 kilómetros a noreste de Erbil, los primeros carros de combate que EE UU envía al frente norte. El número de sus soldados -entre fuerzas especiales y paracaidistas ronda ahora los 3.500- puede multiplicarse con la apertura de una nueva pista de aterrizaje en Ainkawa, un distrito cristiano situado en las afueras de Erbil, donde camiones y excavadoras trabajaban ayer a destajo. Sin una masa crítica de tropas ni carros de combate, difícilmente podrá Estados Unidos tomar el control de las zonas productoras de petróleo que rodean Mosul y Kirkuk. Washington teme que la presencia de milicianos kurdos en ambas ciudades pueda provocar una reacción militar de Turquía en el norte de Irak.

Los peshmergas kurdos han avanzado hasta las puertas de Kirkuk y Mosul tras los sucesivos repliegues de los soldados iraquíes, acosados por la campaña de bombardeos masivos desencadenada por EE UU en el norte de Irak. Los milicianos de la Unión Patriótica del Kurdistán llevan más de una semana paralizados frente a Kirkuk, en algunas zonas, a sólo unos cinco kilómetros de la ciudad. Las fuerzas del PDK, que operan en el sector norte del frente junto con comandos estadounidenses, se apoderaron ayer de las montañas de Maqlub, que dominan Mosul, situada a apenas 15 kilómetros de distancia. "Era una zona muy bien protegida por los iraquíes, y la última línea defensiva. Por eso nos sorprendió su falta de resistencia", aseguró el portavoz del PDK Hoshyar Zebari. Los peshmergas, sin embargo, tienen órdenes de no avanzar, según confirmaron los milicianos en las trincheras del frente de Gaser, 25 kilómetros al este de Mosul, en la autovía que conduce hasta Erbil.

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Jóvenes kurdos celebran la caída de Bagdad por las calles de la ciudad de Erbil, al norte de Afganistán.
Jóvenes kurdos celebran la caída de Bagdad por las calles de la ciudad de Erbil, al norte de Afganistán.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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