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GUERRA EN IRAK | Repercusiones en Oriente Próximo
Columna
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Guerras de rectificación

Andrés Ortega

Sadam Husein ha sido, en un grado significativo, un producto de EE UU y de algunos europeos. Washington ha seguido repetidas veces la mala política de crear monstruos que luego se han vuelto contra él, y con los que, entonces, ha querido acabar con el uso de la fuerza, como Osama Bin Laden y los talibanes, o Noriega en Panamá. Ha habido un cúmulo de despropósitos, bien documentados por John Cooley en Guerras profanas. Más que ante guerras preventivas, estamos ante guerras de rectificación, algunas inacabadas como la de Afganistán. Al intentar resolver mal algunos problemas, se generan otros. Algo ha aprendido Europa sobre las virtudes de la diplomacia preventiva. ¿Aprenderá EE UU? Es de temer que no.

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Habrá que ver cómo se instala militarmente EE UU en Irak y qué viene después. La idea de que esta guerra ha sido una parte de una campaña militar más amplia está muy presente. ¿Cómo, por utilizar un concepto de Clausewitz, explotará EE UU su victoria militar en Irak? EE UU no suele acertar. Tras la Segunda Guerra Mundial, con su política hacia Europa occidental sí acertó, aunque no tanto frente a la Unión Soviética.

¿Democratizar Irak, Oriente Próximo y, en general, buena parte del mundo árabe y musulmán? Es una asignatura pendiente, aunque sin resolver el conflicto entre Israel y los palestinos va a ser difícil. La democratización de la región tenía que haber empezado por una Palestina independiente y transparente. El resultado de la democratización puede ser no sólo que se rompa Irak, sino que allí y en otros lugares, los pueblos elijan gobiernos fundamentalistas antioccidentales. En todo caso, si se entra en esta vía no debe ser para acabar con golpes de Estado como en Argelia en 1991 ante la previsible victoria de los integristas islámicos, pues lo que vino después fue peor. La elección, como señalara John Gray, puede estar entre dictaduras laicas y democracias fundamentalistas (aunque el país que puede convertirse en el mayor peligro para el mundo es Pakistán, potencia nuclear, si diera un vuelco). Un problema es que en estos años se produzca no ya un choque de civilizaciones, sino un encontronazo bélico de fundamentalismos: el que impera ahora en EE UU, y los islámicos (con el fundamentalismo judío por medio).

La relativamente fácil victoria, y con pocas bajas propias, de EE UU en Irak puede reforzar la tendencia en Washington a considerar la guerra no sólo como instrumento de la política, en el sentido de Clausewitz, sino como instrumento privilegiado. No es algo nuevo para EE UU, pero sí en el contexto de un mundo unipolar en términos militares, aunque haya puesto de relieve una cierta incapacidad diplomática por parte de la hiperpotencia. Podemos entrar en una situación no de diplomacia respaldada por la fuerza, sino de fuerza sin diplomacia por parte de la hiperpotencia. Es previsible que se refuerce la línea propuesta, incluso antes de regresar al Pentágono, por Rumsfeld de asegurar para EE UU una total superioridad tecnológica militar en todos los órdenes, y frente a cualquiera para las próximas décadas. Einsenhower, en su despedida como presidente en 1961, alertó contra "la adquisición de influencia injustificada, buscada o no", de lo que llamó "el complejo industrial militar". Entonces este complejo se inventó una inexistente descompensación en misiles nucleares a favor de los soviéticos que llevó al sobrearmamento. Hoy, está muy presente en la Administración de Bush. EE UU está en una nueva carrera armamentista "preventiva", interna y externa, aunque sea una carrera con un solo corredor.

¿Cuánto durará la política emprendida por Bush? ¿Ha calado en su sociedad? Bastante. Los visitantes indagan si, dado el total divorcio entre la opinión pública y la línea seguida por el Gobierno, durará la actual política exterior de España. ¿Lo que dure, no el PP, sino Aznar? Es posible; incluso probable.

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Los <i>marines</i> entrando en una casa, ayer en Bagdad.
Los marines entrando en una casa, ayer en Bagdad.AP

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